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Los vitrales del pensamiento
La educación fue signo inequívoco de pensamientos en el Liceo de Aristóteles y las propuestas pedagógicas de Simón Rodríguez.
Javier Antonio Vivas Santana | @jvivassantana

26 Ago, 2015 | ¿Hemos concebido la educación como una forma de dominio político, militar y tecnológico, o como una forma para el desarrollo individual y colectivo de una sociedad en permanente crisis? ¿Es posible (re)educarnos en el medio de un contexto (des)apegado por formas éticas y morales orientadas por lo que (des)interesa a nuestros estudiantes, docentes y población en general?

¿Cuáles son las palabras que hoy mueven la (des)educación en todas su formas de relaciones sociales, expresadas éstas por sus significados y significantes, acepciones y simbolismos, valores y sentimientos. O será que la “evolución” sincrónica y diacrónica de la historia, está supeditada a esa interrogante y respuesta que Deleuze (2005) asertivamente nos recuerda: “¿Qué significa orientarse en el pensamiento?, parece que el mismo pensamiento presupone ejes y orientaciones según los cuales se desarrolla, que tiene una geografía antes de tener una historia, que traza dimensiones antes de construir sistemas”. (p.95).

Lo que sí queda demostrado es que ninguna de las investigaciones, ni siquiera las más recientes, nos permiten presagiar, por parte de los seres humanos, un mundo diferente alejado de catástrofes y destrucciones. ¿Si tenemos pensamientos cambiantes es por qué hemos cambiado nuestras estructuras de pensar? ¿Si el pensar o el pensamiento son originados por la razón, es posible que haya formas de pensar y pensamientos equivocados?.

La educación fue signo inequívoco de pensamientos en el Liceo de Aristóteles y las propuestas pedagógicas de Simón Rodríguez. Con el pasar del tiempo sus cristales se opacaron entre las sombras, cual Jaguar de la mitología maya, para sólo dejarnos la invidencia del conocimiento. La cicuta que una vez consumió la vida de Sócrates; hoy las hierbas alteradas, el tabaco y el consumismo exacerbado son la referencia de vida en nuestros jóvenes. La educación ha perdido el alma de su pensamiento cuando en alguna parte de su transcurrir, ha negado a la utopía como fin primordial de nuestro mundo.

Cuánto quisiéramos que la filautía emergiera en las venas de la educación, y que ésta en su esencia de aprendizaje, pudiera retomar el poder de las palabras de Foucault, las cuales nos permitieran construir una dialéctica con las Ciencias en la Educación. Vencer las ataduras que una vez Ingenieros nos plasmó en "El Hombre Mediocre” como parte de esa honda hipocresía que al igual que la mentira, nos daña en la valoración del ser. Es necesario seguir desterrando una ciencia positivista, hoy mezclada en la política, que en un afán por enterrar la falsedad de su realidad, apartó de las aulas la abstracción espiritual de la conciencia, y con ello la energía del alma, desintegrando el principio de nuestra autodeterminación. Hay que volver por los vitrales del pensamiento.




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