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La pensilosofía: una alternativa para educar
Ante esta negativa realidad social: ¿Cuáles son las causas de tales conductas? ¿Por qué el Estado, a pesar de invertir cuantiosos recursos en educación y políticas sociales, la sociedad continúa desintegrándose en sus valores ciudadanos?
Javier Antonio Vivas Santana jvivassantana@gmail.com

2 Abr, 2014 | He sido un duro crítico de la educación que tenemos en Venezuela. La anomia, es decir, la descomposición ética, moral, y sobre todo valorativa del ser humano, en determinados grupos sociales, quienes consideran que sus actos y decisiones se encuentran sobre el bien y el mal sin que nada ni nadie pueda restringirlos sobre sus abusos, excesos, corruptelas, hurtos, robos y hasta asesinatos, ha degenerado en una sociedad infectada de cómplices, ladrones, traficantes y homicidas.

Ante esta negativa realidad social: ¿Cuáles son las causas de tales conductas? ¿Por qué el Estado, a pesar de invertir cuantiosos recursos en educación y políticas sociales, la sociedad continúa desintegrándose en sus valores ciudadanos? ¿Hasta dónde es posible comprender que un espacio social de esas condiciones ya no puede ser objeto de
diagnósticos, sino de otro tipo de acciones?

Una de las cosas que el Estado se niega a aceptar tiene que ver con el fracaso de la educación. En una oportunidad, un polémico ministro afirmó: "La educación es un fraude". Y a pesar de las múltiples controversias que generó tal declaración en el seno de nuestra sociedad; tal afirmación, en la actualidad debería ser debatida con la interrogación: ¿Es nuestra educación un fraude?

Para quienes dudan sobre la posibilidad fraudulenta, es decir, piensan que vamos por buen camino educativo, supongo tienen respuestas a las primeras interrogantes relacionadas con la anomia de la sociedad; pero, y para quienes no tenemos sino por el contrario, más y más interrogantes, de numerosas causas sociales. ¿Cómo extinguir males de consciencia individual que hasta cercenan la vida de otros seres?

En consecuencia, la educación está obligada a replantear su actual forma de construir conocimiento. No podemos seguir ignorando las constituciones biológicas que originan el pensar y pensamiento apartados de las necesidades sociales. En ellas hay una extensa red de complejidades desconocidas y emocionales, originadas por un mundo cada vez más turbulento en sus luchas por el dominio de esos propios grupos sociales para sus fines políticos y económicos. Esa es la particularidad desprendida del espacio educativo. No enseñamos a pensar a nuestros niños y menos a discriminar sus condiciones sociales desde la importancia humana.

Los embates de la filosofía y la epistemología contemporánea no pueden continuar siendo espacios de citas de otros pensadores. Pretender decir que nuestra educación debe ser escrita sólo al pensamiento de Bolívar, Simón Rodríguez, o Ezequiel Zamora, es negar que hace 200 años la sociedad era muy distinta.

Establecer analogías entre la filosofía antigua y la ignorancia que existe sobre la filosofía en la actual educación está acabando con los sentimientos humanos. He propuesto la pensilosofía como otra forma de educar, la cual ve al niño como absoluto (generador de pensar estético) y revelador de sus sueños en texturas de pensamientos (libertad de crear pedagógico) asociadas con una sociedad distinta de sus necesidades con las nuestras. Estamos a tiempo de cambiar el rumbo educativo para cambiar la sociedad.




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