20 Feb, 2014 | Esta frase hermosa, comprometida, plena de profundo sentimiento de amor patrio y sobre todo valiente, la portaba un estudiante en una pancarta durante la marcha pacífica, masiva y ciudadana del 12 de febrero.

Ella expresa, con una carga emotiva intensa, pero con claridad meridiana, los motivos que generaron las manifestaciones de protestas que en todo el país se multiplicaban de forma espontánea por doquier. Los jóvenes, muchos de ellos acompañados de sus padres, profesores y de la sociedad civil, protestaban con alegría, en paz y en todo su derecho por las condiciones de caos total en que se encuentra sumido el país, el inmediato y seguro colapso económico y social que se avecina, así como por el secuestro del futuro del que han sido objeto por parte de un régimen inepto, corrupto y envilecido por la violencia, el insulto y la pérdida de los valores democráticos.

En la penosa cadena de Nicolás para presentar al país una versión interesada de los acontecimientos de esa aciaga y luctuosa no muestra –faltaba más- a los policías usando armas de fuego, a los guardias nacionales golpeando a los detenidos, vejándolos y humillándolos y mucho menos a los colectivos cobardemente ocultos tras capuchas, con vestimenta paramilitar y armados que impune y violentamente agreden a quien ose disentir constitucionalmente del régimen.

Sin embargo hoy, gracias a la globalización de la información, es poco lo que se puede ocultar. Las redes sociales están llenas de videos y testimonios gráficos de la premeditada y alevosa emboscada a la hermosa muestra de civismo y sentimiento republicano y que, aunque el régimen pretenda ocultar, han sido masivamente reproducidas por los medios internacionales. La mentira tiene patas cortas.

Qué decir de la presión de Conatel a los canales de televisión –ya de por sí autocensurados y complacientes– prohibiéndoles mostrar los hechos bajo amenaza de multas y sanciones o la exclusión de estaciones televisivas del exterior que mostraba la realidad de los hechos y que enseña la cara de un régimen que desdeña la libertad de expresión y el derecho de la ciudadanía a estar informado. Según ellos, aquí no pasó nada y lo que sucedió fue solo producto de un grupo de vándalos fascistas –si conocieran la exacta definición del término, verían su rostro allí reflejado– pagados y direccionados por el imperialismo para desestabilizar, así como un supuesto e inventado golpe de Estado. El mismo libreto bufo y gastado de siempre.

Apostamos a la paz y la convivencia; rechazamos la violencia en todas sus manifestaciones, pero lo que es inaceptable es que un régimen por más acorralado que esté por su pésimo desempeño invente y manipule con hechos que nunca sucedieron, reprima violentamente la protesta, criminalice la disidencia y judicialice la política. Ya está bueno.