La nativa de Maturín decidió pasar su jubilación trabajando el corte y costura, arte que enseñó a su hija, quien además es experta en bordado con pedrería. / Foto: OLYANA MARCANO

16 Dic, 2019 | El callo en el dedo le recuerda el consejo que todos los días le daba su abuela Rosa: “Póngase el dedal”. Rosvict Cova es una costurera que ha roto con el dicho que reza: “Costurera sin dedal, cose poco y cose mal”. Sus manos privilegiadas han vestido a la sociedad margariteña desde hace 16 años y hasta la Virgen del Valle tuvo un vestido en su taller.

Esas capas duras de piel son producto de horas pinchándose y presionando la aguja, es lo único que lamenta de un oficio que aprendió porque su abuela “nos ponía a todas las nietas en vacaciones a aprender de todo, como buena descendiente de familia española. Yo coso, tejo y bordo y aunque soy licenciada en administración y contaduría, le agradezco a mi abuela que nos inscribiera en todos esos cursos. La mitad de la familia se lamenta de no haberlos aprovechado y las demás estamos agradecidas”.

La costurera, como le gusta que la llamen, se declara amante de su oficio, que en el mundo emplea a millones de personas (algunas cifras apuntan a 200 millones) que viven del hilo y la aguja. Esta jubilada del sector público vio en este arte, ahora retomado por la crisis económica, un modo de vivir haciendo lo que más le gusta: coser y hacer feliz a las personas.

Un mundo de ilusión

“Mi mejor currículo es el boca a boca”, alega esta mujer que pasa sus días rodeada de agujas, hilos, telas y encajes. “El mejor marido que uno tiene es el trabajo”. / Foto: OLYANA MARCANO

Rosvict se dedica a la moda de eventos especiales. Bautizos, primera comunión, quince años, graduaciones y matrimonios son su especialidad. “No hago trajes para el día a día. Yo participo de la alegría y de los sueños que estos eventos representan para mis clientes”.

Las 21 cestas llenas de telas que rodean su taller, ubicado en su casa de Palo Sano, son testigos silentes de la energía que maneja junto con sus clientes. Una colección de más de tres lustros, en las que el blanco, las blondas y encajes tienen mayor incidencia. “La ilusión de las novias es tener su propio traje, estrenarlo. Nadie quiere un traje usado, a menos de que sea heredado de familia”. Y así, pequeñas joyas textiles son las que elabora con su máquina, pero mucho trabajo lo realiza a mano, puntada, tras puntada con el dedo desnudo porque nunca pudo acostumbrarse al uso del dedal, pero su trabajo, casi de filigrana le valió la confianza de un diseñador de renombre para intervenir el traje “más importante” que ha hecho en su carrera: el de la Madre de Dios.

La peregrinación
En 2018 una dama de la sociedad neoespartana mandó a elaborar el traje de la Virgen del Valle. Es un privilegio y un honor tanto para el costurero, como para el donador, que esta pieza textil sea lucida por la Madre de Dios.

Desde el 8 de diciembre de 2018 hasta el 31 de agosto de 2019, todos los que visitaron el templo de esta advocación mariana pudieron ver el traje engalanado con encaje. “El vestido fue diseñado y elaborado por el diseñador de moda venezolano Hugo Espina, en sus talleres, pero la señora que lo encargó, notó que le hacía falta encaje. Hugo fue hasta Nueva York a comprar especialmente este material y por videoconferencia nos mantuvimos en contacto porque él estaba en Caracas y yo acá. Después de un tiempo y cuando él vio mi trabajo, me dijo que él confiaba en que yo podía ponerle el encaje para que el vestido pudiera estar a tiempo”.

La confianza demostrada por el diseñador hacia su trabajo, no acompañaba a la propia costurera en ese momento: “Yo sentía que me faltaba mucho para llegar a ese altar”. A pesar del roce y los años de experiencia, vestir a la Perla de Oriente era un honor, un compromiso y un reto que en ese momento no se sentía capaz de cumplir.

“Yo lloraba y le pedía a la virgencita que guiara mis manos, para que quedara bella. Después de que pegué el encaje al vestido de la Virgen del Valle, eso fue lo más sublime. Yo soy devota por convicción, porque tengo manifestación del poder de Dios y de la Virgen. Estar en el equipo de trabajo que vistió a nuestra Virgen es lo más maravilloso que me ha pasado”.

De boca en boca
Con un faldellín inició su paso en la costura. Solo atiende a personas recomendadas por sus clientes. Es una relación muy personal, íntima, para poder conseguir el resultado final. “Yo comencé la costura haciendo un faldellín para Cristina Conti, luego me empezaron a venir encargos de mis amigas. Yo conozco mucha gente porque fui gerente de la Cantv aquí en Margarita durante 8 de los 22 años que trabajé allí”.

Tras su jubilación, el oficio de costura le permite seguir productiva y son las bodas la tarea que ocupa la mayor parte de su calendario. “Mi primer traje de novia fue para una clienta a quien le hice el traje de primera comunión y de quince años”, eso habla de fidelidad.

Y aunque no es diseñadora, su experiencia en patronaje, corte y costura le permite adaptar y hacer modificaciones al modelo que la clienta la presenta. “Tengo gran apoyo en la tecnología para hacer los encargos de la mercancía e incluso para atender a clientes que estén fuera de la isla”.

En redes exhibe sus creaciones y modelos en su cuenta instagram @rosvictcova. Entre 12 y 15 horas al día es lo que admite dedicar a sus trabajos. “Me es difícil contratar a alguien para que me ayude en el taller, porque mis trabajos requieren de un cuidado y una finura, que pocas personas tienen y son el motivo de tener tantos clientes”.