20 Feb, 2019 |
Todo pájaro siempre vuela con algo más que sus alas.
Todo alcatraz lleva lo gris primero en el alma
y luego en las plumas.
Todo alcatraz,
en cada zarpazo contra el mar,
busca morir,
por eso la vida no le abandona,
nunca.
Lo que duele de mi existencia,
en realidad,
es mi rebeldía,
la insolencia con la que me moví ante los cargos,
porque no me dejé llenar de la opulencia
y levanté mi voz ante los engañadores,
esos disfraces que se valen del talento ajeno
y que suelen ocupar los sitios de cultura,
como si de una maldición se tratase sobre los artistas,
una piedra,
un tropiezo,
nada que sirva para siquiera andar y obrar tranquilo,
animales devoradores de los nobles caracoles de luz
de la perla del azul que habita a la gente de mi pueblo,
que me habita.
En mi historia no caben intentos de poesía a costillas de moribundos,
a cuestas de los poetas verdaderos,
letra de hiedra que repite lo que fue para llamar a la lástima,
y de eso vive,
y a diario lo recuerda.
En este camino no cabe el rencor
ni las rencillas insípidas,
aquí toca lo concerniente a vivir,
lo real,
sin ánimos de perfección,
salvo cuando aparece,
indómita,
la poesía.