15 Ago, 2018 |
El café me sabe
a lo que miro cuando lo tomo.
Me gusta la sal de tu café,
las cosquillas de su taza
y la sonrisa perversa
que se te cuela a lo lejos
en cada sorbo.
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Su café me lanzaba abismos al corazón.
Era experta en hacerle un camino distinto
cada noche
a mi insomnio en su espalda.
Su aroma persistía en los dedos días después,
no salía con nada,
se aferraba con todo a las yemas
y a mis ganas de no dejarle irse.
Su taza era otro cuento,
una historia de no acabarse a sorbos,
aunque le hubiese bebido sin parar
toda una madrugada.
Al otro día era lo mismo:
"¿Quieres algo?", me decía.
Yo no dudaba ni un segundo en responderle:
"Otro café, por favor".
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Cuando quiero amar digo sexo,
café,
guitarra,
y es lo mismo.
Sin embargo cuando quiero sexo
no digo nada,
simplemente me asomo a los abismos
y ella se encarga de gemirlo todo.