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No es no y sí es sí
Acudiré a un psicólogo para que me hipnotice como a un pelele y bobalicón, para que cuando diga sí quiera decir no. Fui juez de La Puerta del estado Trujillo entre 1972 y 1977, año éste en que vine a Caracas como profesor de Derecho en la UCV. Una tarde cualquiera de 1975, en el diario El Tiempo de Valera, donde fungí de jefe de Redacción durante varios años, irrumpió un médico ecuatoriano...
Juan José Bocaranda E. | jjbocaranda@gmail.com

1 Mar, 2018 | Cuando vivía en Maracaibo entre 1969 y 1971, alguien me dijo: el problema tuyo es que cuando dices sí es sí y cuando dices no es no. Le respondí: gravísimo problema.

Acudiré a un psicólogo para que me hipnotice como a un pelele y bobalicón, para que cuando diga sí quiera decir no. Fui juez de La Puerta del estado Trujillo entre 1972 y 1977, año éste en que vine a Caracas como profesor de Derecho en la UCV. Una tarde cualquiera de 1975, en el diario El Tiempo de Valera, donde fungí de jefe de Redacción durante varios años, irrumpió un médico ecuatoriano, de esos extranjeros que vienen con el abuso y a desalojarnos fresca y naturalmente en nuestra propia tierra.

Era dueño de la quinta más larga y ancha de La Puerta. Jadeando, me dijo con voz muy temblorosa: la mujer de Volcanes acaba de perseguirme allá en La Puerta con un machete. Si me alcanza me mata. Yo quiero que Ud. cite a Volcanes y a su mujer para que me dejen en paz. ¿Por qué lo persiguió la señora? Porque no quieren entregarme el terreno que está al lado de mi quinta. ¿Es Ud. el propietario? No, el propietario es Volcanes, pero no quiere marcharse de allí. ¿Por qué debe dejarle el terreno a Ud? Porque yo lo necesito para ampliar mi jardín. Luego, ¿Ud. pretende que Volcanes renuncie a su derecho para complacerlo a Ud.? Sí, porque yo necesito ese terreno. Ah, con razón la mujer lo persiguió. Yo hubiera hecho lo mismo, solo que yo sí lo hubiese alcanzado y dejado sin cabeza… ¿Cómo puede decir esas cosas? Eso es un delito. Ud. debe dar el ejemplo.

Es el juez. Y Ud. es médico y también debe dar el ejemplo, de buen ciudadano, de conciencia moral. ¿Ud. no tiene criterio claro de las cosas? ¿Cómo no entiende que si Volcanes tiene el derecho de su parte, Ud. no puede arrebatárselo solo porque quiera el terreno? ¿Es Ud. estúpido y cínico? El cardiólogo guardó silencio… Luego se marchó, cabizbajo. Al día siguiente se aparece en mi despacho del Tribunal el Dr. Cochambro, juez de otro municipio. ¡Hola! Te invito a dar un pequeño paseo por el pueblo. Quiero decirte algo. Y me lleva en su carro directamente a donde Volcanes, a quien yo no conocía. Humilde, tímido, callado, víctima de la resignación campesina. Está con el médico. Sin preámbulo, el juez intruso advierte a Volcanes, con voz gangosa: el doctor necesita ampliar su quinta. Ud. debe entregarle el terreno y marcharse de aquí… ¿Verdad, amigo Bocaranda? ¡Pues no! -le respondo-, Volcanes es el propietario. Podrá marcharse si quiere y si el doctor le paga lo justo. Y Ud., Volcanes, pase ahora mismo por el tribunal, que debo hacerle una sugerencia. Cochambro me pregunta: ¿lo llevo para el tribunal? Le respondo: No. Yo voy a pie para el tribunal y Ud. váyase en su carro para la m... Cuando Volcanes, media hora después, entra al tribunal, le digo: No se deje j... No entregue su propiedad si el médico no le paga lo justo. La venta se efectuó con toda regla. Volcanes se mudó con su mujer y sus hijos a un lugar más cómodo y hermoso. Con el dinero compró una pequeña empresa empacadora de champiñones y todo le marchó felizmente.

A los tres meses el cardiólogo murió de un infarto, pero no pudo llevarse al otro mundo ni un terrón de su patio, por mucho que regateó con el Diablo. Yo pregunto, ¿qué hubiese sido de Volcanes, su mujer y sus tres hijos (gente muy pobre, tímida, desamparada y sin amigos), si el juez hubiese sido, precisamente, un pelele y bobalicón que cuando debía decir no decía sí? El juez debe tener primero, carácter, segundo, carácter, tercero, carácter. Si no, que se vaya para el c... Esto hace más de cuarenta años. Pero no se me olvida. Memoria fresca como las hortalizas bañadas de rocío, del señor Volcanes, agradecido como pocos. Cuando Damaris y yo le comentamos que nos mudaríamos para Caracas, casi llorando expresó: ¡qué lástima! Lo bueno se muere o se va. Y nos vinimos. Aunque no soy bueno sino justo.




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