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Río de Janeiro asfixiada por la violencia y la corrupción Ese "jardín florido", que hace un año vendía sol y playas como reclamo para atraer a los turistas a los Juegos Olímpicos, ha dado paso a una ciudad arruinada, devastada por la violencia, por el narcotráfico y la corrupción. EFE
Los ataúdes con los cuerpos de las dos víctimas de un tiroteo son trasladados en su funeral en Río de Janeiro. / Foto: EFE 8 Jul, 2017 | Río de Janeiro. Cuando André Filho escribió, en los años 30, "Cidade Maravilhosa", el himno de Río de Janeiro, no podía imaginar que en el "corazón de Brasil" se libraría una guerra que se cobra miles de víctimas al año y que la corrupción asfixiaría a "la tierra que a todos seduce". "Ciudad maravillosa/ llena de mil encantos/ corazón de mi Brasil", reza el himno, que habla de Río como un "jardín florido" y "un nido de sueños y de luz". Desde enero, organizaciones civiles han contabilizado 2.940 muertes violentas en el estado de Río, 16,5% más que en el mismo periodo del pasado año. Sólo las balas perdidas en los 15 tiroteos diarios que se registran como media se han cobrado 67 víctimas mortales en lo que va de año, entre ellas siete niños. Una guerra que crea escenas dantescas, como ocurrió la pasada semana, cuando una bala alcanzó a una embarazada y provocó paraplejia en el feto. Las balas no discriminan, pero los muertos se multiplican en las favelas y en los bolsones de pobreza de Río, que se concentran en el norte y el este, las zonas más castigadas por el olvido de la administración. El cuadro es más indignante aún por la dimensión de la corrupción que agrava la crisis que derivó, hace un año, en la declaración de quiebra en el estado. Sergio Cabral, quien gobernaba Río durante el Mundial de fútbol de 2014 y cuando la ciudad se adjudicó los Juegos Olímpicos de 2016, se apropió de sumas millonarias de fondos públicos, buena parte destinados a la mejora de las favelas. El exgobernador, ahora preso, se quedó con más de 37 millones de dólares del magnate de los autobuses de Río, que llegó a confesar que cuando necesitaba fondos, el propio Cabral le pedía que subiera los precios de los billetes para quedarse con un pellizco. No en vano, cuando el juez Sergio Moro, quien investiga el Lava Jato -la mayor trama de corrupción de la historia de Brasil-, ordenó la prisión de Cabral afirmó que "el contraste entre la opulencia de los acusados de practicar crímenes de manera reiterada con el dinero público y la presión impuesta a la población fluminense expone una versión criminal de gobernantes ricos y gobernados pobres". Mientras los corruptos devoraban las arcas públicas, el estado avanzaba hacia la ruina hasta el punto de que hoy no puede pagar a sus funcionarios, incluidos los policías.
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