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Nosotros en Venezuela, estamos bajo ataque porque nos hemos inclinado hacia el socialismo, una forma de gobierno que le ha dado grandes oportunidades a la población para mejorar, especialmente a los que menos tienen.
Mireya Mata | mireyamatanota@gmail.com

29 Jun, 2016 | Los acontecimientos se precipitan por todas partes y los factores que los impulsan tienen que ver con los pueblos y los gobiernos que los rigen. La crisis más profunda se manifiesta cuando los poderes se dedican a satisfacer los intereses de los poderosos, en detrimento de las necesidades de las mayorías. Así se desatan las guerras de todo tipo, algunas con armas tradicionales y otras no convencionales o de cuarta generación, que son tan mortíferas como las otras, porque aunque sobrevivan los cuerpos se aniquilan las resistencias y los valores morales. Los débiles ceden ante el temor de perder todo y se pliegan a los fuertes. Otros reaccionan dejándose corromper como una forma de sobrevivencia, adormecen sus conciencias y se dejan arrastrar por las circunstancias.

Lo que sucede a nivel de los individuos, también se presenta en cuanto a las instituciones, que se aprovechan de sus fortalezas para imponer sus reglas. Los pueblos, las masas, repiten sus errores y prefieren acomodarse al presente, que luchar por un futuro mejor. Escasean los líderes auténticos y los valores morales son incompatibles con los intereses personales que convengan. Nosotros en Venezuela, estamos bajo ataque porque nos hemos inclinado hacia el socialismo, una forma de gobierno que le ha dado grandes oportunidades a la población para mejorar, especialmente a los que menos tienen. Por eso somos una amenaza para las que dominan el mundo de la economía, de la tecnología, de los alimentos, de la industria, de las finanzas y de todos los ramos del quehacer humano. Una gran maquinaria de mil brazos, que no acepta competencia ni de gobierno, ni de pueblos, ni de nación.

Tal parece que el dominio es tan absoluto y abrazador que nada se escapa y por ello la lucha es titánica y de pronóstico reservado. Lo acabamos de comprobar con lo sucedido en la OEA, donde gracias a la brillante actuación de nuestra Canciller, logramos que la mayoría respaldara el diálogo al cual se niega la oposición apátrida. No tienen vergüenza, ni les importa nada que represente un valor. La pena es que hay quienes los siguen inconscientemente y apoyan situaciones que podrían significar una tragedia para el país. Si esto me vale, una vez más, un insulto aliñado, por decir la verdad: sea.




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