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30 de abril de 2024





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A la isla de Margarita... Ni con el pétalo de una Margarita
¿Estamos los margariteños, dándole el valor necesario a esta margariteñidad de la cual predico? o ¿somos capaces de renunciar a nuestra margariteñidad, cuando las situaciones se endurecen?
Verni Salazar

Foto: CORTESÍA.

La forma de mi corazón es de la Isla de Margarita. / Foto: CORTESÍA.

2 Abr, 2016 | Para querer a la Isla de Margarita… Hay que querer lo que hay en la isla de Margarita… Hay que conocer lo que nos brinda la Isla de Margarita desde el punto de vista geográfico, hay que querer a la Virgen del Valle como ícono imperecedero de culto, devoción, fe y esperanza y hay que querer a su gente, en la voz del maestro Jesús Manuel Subero: “Nosotros aportamos al paisaje el deslumbramiento del paisaje, y algo muy singular: el alma del paisaje. El paisaje de la Isla de margarita, nunca se ha detenido en el paisaje”, es decir el nativo, el de aquí debe y tiene el compromiso mayor con su terruño insular, para amarla, para defenderla; si no es así, no forma parte de ese paisaje, sencillamente es un objeto eminentemente decorativo, está allí, pero de que vale; es el sentido de pertenencia la raíz, la base de nuestra identidad, es nuestra margariteñidad que he definido como “una práctica que atestigua la lealtad, la probidad y el apego a unos valores que viabilizan y proporcionan un comportamiento que gira alrededor de una pasión inculcada de generación en generación, por nuestra insularidad”

Entonces, me pregunto: ¿Estamos los margariteños, dándole el valor necesario a esta margariteñidad de la cual predico? o ¿somos capaces de renunciar a nuestra margariteñidad, cuando las situaciones se endurecen?

Hagamos un poco de historia:

Los Guaiqueríes, nuestros antepasados, cuando llega la invasión española, al ver que eran superados en número y en armas, no opusieron resistencia y prácticamente pactaron con ellos para sobrevivir en este su territorio; es así que fueron considerados como vasallos de la corona española, son sus aliados y participan en lo que se puede llamar la primera batalla naval de América, al frente de Cubagua: allí nuestros guerreros se enfrentan a los piratas holandeses para defender a los españoles, lo primordial era subsistir.

Años después, Arismendi al tener noticias primero y luego constatar el enorme poderío que acompañaba a Pablo Morillo en la invasión que pretendía este general español de nuestra isla de Margarita, no le quedó más remedio que entregarse rendirse, antes de someter al pueblo insular a la barbarie inquisitiva española; lo tildaron de cobarde, de vendido, pero simplemente era una estrategia, para luego demostrar el coraje y la fibra de la cual estaba hecho el margariteño, cuando aquel 15 de noviembre de 1815 con la toma de Juan Griego, enciende la mecha de la libertad venezolana.

Cuando la carestía se hizo sentir en esta isla, nuestros padres tuvieron que emigrar en búsqueda de unos mejores horizontes: los caños de Tucupita como hombres de tierra para la siembra del maíz; las zonas petroleras de país, poniendo hombro, sudor, valor y responsabilidad en los taladros para la extracción del oro negro; en Guayana, donde el hierro y el acero curtieron su piel y su brazo fue portento en el desarrollo de la industria; y aquí se quedaron las mujeres para criar sus hijos y cimentar los valores de nuestra margariteñidad, otros vieron en el riesgo del contrabando la oportunidad de ganarse el pan diario, y dio resultado, la isla vivió por mucho tiempo de este ilícito que en toda la isla era lícito, y que dio pie para los regímenes de Zona Franca y Puerto Libre que vendrían después.

No ha sido fácil, pero nuestra isla de Margarita está envuelta en un hálito especial, porque el mar y el cielo de la isla de Margarita son más que aire y agua salada, son caminos agrandados a todos los horizontes, a todas las almas: aquí con los brazos extendidos y los corazones alegres recibimos las pulcras alboradas insulares, y despedimos los días con la precocidad de sus matices crepusculares, como piélago, como la semilla de la vida que solo brota cuando hay amor por lo nuestro, por lo que somos, rendirnos para nada, es ir contra nuestra forma de ser, es ir contra nuestra margariteñidad, abrazada por el margariteño y por todos los que han abierto su alma y su ser a esta forma única de vivir y de sentir.

Por eso: Mi corazón tiene forma de Isla de Margarita y su identidad corre por mis venas. A la isla de Margarita…ni con el pétalo de una margarita.




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