29 Mar, 2016 | Me causó sorpresa escuchar este domingo de pascua, desde la Ciudad del Vaticano, al Santo Padre enviar rezos y bendiciones al pueblo venezolano por el momento difícil que estamos viviendo. Agradezco el gesto del mayor enviado de la Iglesia católica apostólica y romana, pero me desespera que frente al mundo sigamos enviando señales de hundimiento económico y social con todo lo que ello implica. Es culpa de los gobernantes y no del precio del petróleo ni de ninguna guerra económica haber llegado a esta situación de “lastima universal” frente no solo a los compatriotas latinoamericanos sino a todos los continentes. Es indignante ver pulverizadas nuestras riquezas en nada concreto y mensajes de unidad nacional de parte de algunos dirigentes, a un país que ya se cansó de escuchar de cualquier interlocutor político, venga de donde venga, discursos que no se concretan en acceso a la comida, a las medicinas, a la seguridad en las casas, barrios y urbanizaciones. Acá solo un sincero llamado a todos los sectores, es decir, las iglesias, las universidades, los estudiantes, los sindicatos, Fedecamaras, Consecomercio, Fedeindustria, Coindustria y demás organizaciones es la solución. Integrar en el Gabinete económico a personas de diferentes ideologías para que el país se convenza que el llamado a unidad no es más de lo mismo sino un sincero reconocimiento del grave problema que nos aqueja. Me causa estupor que a tres meses del decreto de emergencia no se vean resultados concretos ni medidas aguerridas para salir de esta tragedia. Solo corridas de arruga. ¿Estamos acaso esperando un repunte de los precios petroleros para volver a las viejas y nefastas maneras de hacer política?