8 Dic, 2015 | No se vayan a asustar mis queridos lectores porque pueda yo comparar en esta columna a Leonardo Di Caprio con nuestro Presidente Nicolás Maduro. Lo cierto es que el voto castigo llenó de agua los compartimientos del barco revolucionario, en una jornada tan fuerte y contundente como un tempano, con su campaña electoral vacía en las soluciones que aspiran los venezolanos ante la crisis que nos agobia.

Este domingo se manifestaron personas de todas las razas, religiones y clases sociales sin distinción, en una jornada con una mínima abstención. Los grandes ingenieros y expertos revolucionarios, que vaticinaban que este movimiento político es a prueba de cualquier accidente, quedaron igual de sorprendidos que los ingenieros navales cuando descubrieron que en su primer viaje inaugural, la embarcación más poderosa del mundo se venía a pique para sorpresa de sus creadores.

Mientras la orquesta del Titanic mantenía su música clásica en medio de la catástrofe y hundimiento, los voceros gubernamentales parecieran hoy que prefieren seguir con el “ritornello” de la guerra económica en vez de cambiar urgente de melodía y por ende de un modelo productivo ineficiente e incapaz de alcanzar las metas necesarias para garantizar la calidad de vida de los electores.

El capitán de la embarcación aún no puede creerse que su obra maestra se dirija al fondo del mar. La gran diferencia con la gran tragedia marítima, es que con verdadera capacidad de reflexión y reconocimiento de sus errores, este gobierno y su presidente aún pueden rescatar al país de esta mala situación y encaminarnos a mejores tiempos. ¡Nos lo merecemos!