Porlamar
30 de abril de 2024





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Patricio Espinoza, hijo ilustre que forjó su vida en los microscopios
Su sobrina y comadre, la educadora jubilada Marucha Hernández Quilarque, no exagera cuando lo ve “fuerte como un roble y orgulloso de ser uno de los primeros bioanalistas que tuvo Porlamar”. Galardones y trofeos están en sitios privilegiados de su casa de habitación como un testimonio de su labor, de más de medio siglo, en el campo sanitario.
Evaristo Marín

Foto: CORTESÍA

Patricio Quilarque Espinoza, en su época de laboratorista clínica en el hospital central Luis Ortega. / Foto: CORTESÍA

26 Mar, 2016 | Ahora en el retiro de su hogar, a "Pachicho" Quilarque, como le dicen familiarmente, le emociona oír a los Churumbeles de España y se ufana en proclamar a Juan Legido como el mejor intérprete que ha tenido el pasodoble en todos los tiempos. La música española y los tangos de Carlitos Gardel siempre han estado entre las preferidas y las hace escuchar, con frecuencia, para recordar sus años mozos. Confiesa que su tocadiscos, de largo uso, es parte muy privilegiada de su vejez.

Toda una vida dedicada por completo al trabajo, esa es la de Patricio Quilarque Espinoza. Muy joven, a los dieciocho años se fue a Caracas y comenzó a formarse como laboratorista en 1942 en el Instituto de Ciencias Experimentales con el Dr. Jesús Rafael Rísquez, hijo del científico margariteño Francisco Antonio Rísquez. Cabe destacar que los profesores de aquel Instituto fueros los fundadores de la Cátedra de Bioanálisis de la Universidad Central de Venezuela. Todo un feliz acontecimiento que siempre habría de celebrar. Para la época, el pasaje en barco de Margarita a La Guaira, se pagaba con un billete de 20 bolívares de los que exhibían la figura de Páez, uno de los más legendarios héroes de nuestra Independencia.

Cuando regresó a Margarita en 1945 convertido en laboratorista, título que para entonces otorgaba la República a los analistas de Biología, es rápidamente incorporado a la actividad sanitaria regional. Los primeros microscopios que llegaron al viejo hospital de Punda en Porlamar, comenzaron pronto a ser muy familiares para Quilarque Espinoza. Recuerda que antes de aquel memorable viaje de estudios a Caracas, cuando era apenas un mozalbete, alto y flaco, con gran vocación por la medicina y todo lo que significara salud, cierta noche Porlamar se conmocionó con el estruendoso ruido de los motores de un helicóptero militar norteamericano. Eso sí que no era habitual. "Estábamos en plena Guerra Mundial. Los pocos carros disponibles fueron rápidamente concentrados en el campo de aviación, a pedido de las autoridades, para iluminar la pista. Eran aproximadamente las 10:30 de la noche y gran parte de la población estaba allí, frente a las cercas del campo de aviación, movilizada por aquel inusitado acontecimiento. Nunca antes un helicóptero había aterrizado en la isla de Margarita".

Un submarino de Estados Unidos había sido hundido por los nazis, frente a las costas de Macanao, cerca de La Guardia. La sorpresiva presencia de aquel helicóptero en vuelo nocturno sobre Porlamar era para traer a unos oficiales de la Armada norteamericana, desde la base de pilotaje establecida en isla de Patos, al norte de la península de Paria en Güiria, en las cercanías de Trinidad. Venían al rescate de los tripulantes del submarino que habían logrado ponerse a salvo. Fue mucho lo que flotó en el mar. En esos días, hasta se hizo habitual que algunos pescadores y vecinos de La Guardia y otros lugares lucieran con sus rústicos pantalones correas y franelas verdes de los marinos de guerra norteamericanos, según lo que narró en alguna oportunidad el recordado periodista Gustavo Aguirre, al rememorar los años de su infancia y juventud en Porlamar.

Recién concluida la Segunda Guerra Mundial, Patricio Quilarque comenzó a parte del viejo hospital de Punda, como asistente de laboratorio del prestigioso médico Adolfo Herrera Pinto. Son los agitados años politicos de la Revolución de Octubre de 1945. La vida le tenía reservados algunos momentos muy asarozos. Tras el cruento golpe militar que derrocó al presidente Rómulo Gallegos en 1948, el joven laboratorista se ve forzado a salir de Margarita por causa de su militancia en Acción Democrática. Primero, trabajó en el campamento petrolero de Buenavista, estado Anzoátegui, luego fue a dar a Maturín y finalmente a Pedernales en el entonces Territorio Federal Delta Amacuro, sitios donde ejerció su oficio en centros hospitalarios de la empresea petrolera Creole.

Cuando cayó la dictadura de Pérez Jiménez y retornó a Margarita, Quilarque es incorporado primero al moderno y recién inaugurado hospital central Luis Ortega, luego en 1968 se desempeñó como laboratorista en el recién fundado Centro Clínico Margarita y finalmente ejerció su profesión durante muchos años en su laboratorio privado. Luego, al retirarse del ejercicio profesional y hasta 2014, se desempeñó gremialmente como delegado de Inprebio (Instituto de Previsión Social del Bioanalista) en Nueva Esparta.

Descendiente de dos de las familias más tradicionales de Porlamar y La Asunción, Quilarque Espinoza, quien nació en 1924 cuando Cuba acababa de ser azotada por un terrible huracán y Porlamar era una población pesquera e industrial, de pocas calles, que acababa de inaugurar el mercado de la calle La Marina construido por Sabás Cova y otros comerciantes, aún vive para contar muchas de sus historias. Pese a su avanzada edad, luce todavía muy jovial. Es muy frecuente verlo reírse de sus propias anécdotas y gozar de sus muchos chistes, cuando la municipalidad de Mariño se apresta a declararlo Hijo Ilustre de Porlamar en los 480 años de su ciudad natal. Eso ocurrirá el próximo 31 de marzo. Porlamar llega a otro aniversario el 26 de marzo, pero los actos en su homenaje fueron pospuestos para después de Semana Santa.

Una persona entre muchos recuerdos familiares

Su sobrina y comadre, la educadora jubilada Marucha Hernández Quilarque, no exagera cuando lo ve “fuerte como un roble y orgulloso de ser uno de los primeros bioanalistas que tuvo Porlamar”.

A Patricio, o Pachicho, como ella y otros familiares, lo definen, le gusta leer, en su vejez distrae los días resolviendo crucigramas, pero su pasión siempre fueron los números. Las matemáticas. Sentado ante el microscopio, Quilarque Espinoza contaba por miles y por millones los glóbulos rojos. “Ni giardas ni tricomonas escapaban a sus ojos”, dice su sobrina, muy sonriente, utilizando términos que para el común de la gente son por completo extraños, pero para Patricio fueron desde su juventud de lo más habitual.

No anduvo, desde luego, ajeno a la política militante. En AD llegó a ser dirigente regional y hasta diputado en la Asamblea Legislativa en los años 60, pero sin apartarse en ningún momento de su laboratorio clínico, en el hospital central de Porlamar y en la Clínica Margarita, donde sus conocimientos han ido pasando a varias generaciones.

Galardones y trofeos están en sitios privilegiados de su casa de habitación como un testimonio de su labor, de más de medio siglo, en el campo sanitario.

Para su familia, es todo un orgullo que se le reconozca ahora como Hijo Ilustre de Porlamar. Él lo acepta sin boato. No es amigo de eso ni tampoco de la fama. En sus 92 años recién cumplidos, María Hernández le escribió estos muy expresivos versos.

En mucho más bien te asombra,
Te sorprende, sin alarde,
Cuando tu Ciudad hoy te nombra
Hijo Ilustre, muy notable.
Tú eres, Patricio Quilarque,
Trabajador, intachable,
Hombre de dulces quereres.
Tu vida no está en la fama.
Tu modestia no se altera,
no son muchos tus placeres.
Te bastan Los Churumbeles
Te bastan tus crucigramas.
Tu hogar es tu gran esfera,
Tu familia que te ama.
Hijos, nietos, y sobrinos
Están poblando tu casa.
Amas la vida, sin lujo,
nada hoy te desespera.
Eres feliz y serás,
mientras vivas en la tierra,
Patricio Quilarque, el hombre
que hizo el bien a quien pudiera
hará el bien hasta que viva,
hará el bien hasta que muera.




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