11 Ago, 2015 | Respeto el criterio de quienes piensan que contar o reclamar la violación de sus derechos son temas aburridos o algo axial, como si se tratase de chismes cotidianos. Estoy convencido que esta crisis tiene su génesis en la indolencia con que la gente enfrenta los hechos cotidianos. Por mi parte, seguiré reclamando mis derechos y cumpliendo con mis deberes, como lo hace quien sabe que los países se desarrollan apoyados en el crecimiento de una ciudadanía comprometida.

En mis viajes observo la prestación de los servicios: En días pasados fui a Maturín; el vuelo de Aserca salió con el rutinario retraso. Abordé con mi equipaje de mano, antes de llegar al puesto que me correspondía, observé que la sombrerera estaba ocupada, por lo que procedí a colocar mi maleta en una fila anterior. Esto molestó al sobrecargo, a tal punto que me increpó en fuerte tono. Le contesté que mi lugar estaba ocupado y que no podía hacer otra cosa. Durante el viaje no tuve más contratiempos, sin embargo, cuando tomé mi equipaje para descender, una aeromoza, retomó la disputa, pero al recibir en contrapartida el reclamo por el retardo en la salida, ambos hicieron mutis. La función de aeromozas y sobrecargos es atender al pasajero y colaborar, no se justifica el maltrato.
Ese no sería el único desagrado del viaje. Cuando llegué al hotel me conseguí que en las habitaciones no había papel sanitario. Reclamé y la respuesta me dejó perplejo: "nosotros no ponemos papel en las habitaciones porque los clientes deben traerlo".

Lamentablemente la escasez de productos de higiene personal no es exclusiva de ese hotel. Lo terrible es que nos estemos acostumbrando a la escasez. No cuento esto para desanimar a nadie, por el contrario, los exhorto a que nos comprometamos cada día más en el rescate de Venezuela. Para finalizar, debo agradecer al cuerpo de seguridad del estado, Sebin, por el notorio acompañamiento y escolta que nos dispensó mientras estuvimos en Maturín.