Porlamar
19 de abril de 2024





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Historias de cachos
Más que pinceladas de azul en el horizonte y arenas pálidas lamidas por el viento, los margariteños muestran su picardía, vivacidad y ocurrencias a través de los cachos. Se nutren de historias propias, de cuentos en el mercado o de las faenas para despertar la risa.
Karla Marval Esteves

Foto: STEPHANY OLDAN

En cada lugar de las islas hay un grupo de amigos pasando el rato entre cachos y risas. / Foto: STEPHANY OLDAN

8 May, 2015 | A este pueblo soleado, lleno de gente sencilla, trabajadora y chispeante, no le hace falta nada para despertar las risas en cualquier lugar. Las ocurrencias que surgen de la originalidad del insular se mueven al ritmo del mar, y es este el que en muchas ocasiones marca las historias que entre narración y narración se convierten en los muy conocidos cachos.

Para algunos, como José "Poché" Lárez, "el chiste nació en Margarita" porque las historias de las faenas del pescador, la jornada de una empanadera, las ventas de verduras en el mercado o el día a día en una oficina están signadas por las ocurrencias del margariteño, en las cuales se pone en evidencia la originalidad.

El humorista surge por cuestiones que la persona tiene intrínsecas al disponer de cierta habilidad y gracia cuando escribe o narra un cacho o chiste. En el caso de los insulares, Carlos Mujica "Marunga", sostiene que viene dado por su manera de hablar, por tener siempre en la boca una palabra clave y una salida jocosa a cualquier situación, que lo diferencia de los venezolanos de tierra firme.

Como el caso que relata "Poché", quien narra que otrora "el sifón de cerveza lo llamaban lisa y cuando un margariteño que estaba en los campos petroleros del Zulia le ofrecían: '¿te quieres zumbá una lisa?', éste respondía: 'si son salás, me zumbo dos'".

Historias como éstas dan la vuelta al país y, lejos de verlas como una ridiculización del "ñero", son consideradas una clara muestra de la viveza del margariteño.

En esta Isla nadie escapa a la magia de la palabra fácil, niños, jóvenes y adultos viven su día a día entre hechos, a los que le "sacan punta" para convertirlos en cachos.

Álvaro Gil tiene solo 28 años y es conocido como el "cachero de Las Guarichas de Punda". Este joven, como dice "Marunga", aprovecha esa energía e ingenio propios de los neoespartanos para hacer reír con historias de las que se nutre en el Mercado Municipal de Conejeros, cuando entre las ventas de frutas surge la chispa típica insular.

El "cachero de Las Guarichas de Punda" cree que hay que llevar consigo esas vivencias margariteñas para transformarlas en cachos y mantener vivas las historias, tal y como hicieron sus abuelos, de quienes en esas tardes de tertulia, en el fondo de la casa y bajo un frondoso árbol, se alimentó de ese sentido del humor que los hace vibrar.

El vaivén de turistas y navegados no es visto en esta tierra de la Virgen del Valle como un problema para afianzar las tradiciones. Al contrario, añade "Marunga", los que "vienen a esta Isla se enriquecen con lo que tenemos acá y no es ser regionalista".

Este "chistólogo" aclara que quienes vienen de fuera se convierten "en hacedores de risa para el margariteño", como aquel caraqueño que llegó a la Isla y se lo presentan a un margariteño: "mucho gusto, fulano de tal, encantado…" y el insular responde: "más encantado serás tú". Dando así una respuesta original a lo que consideró una falta, porque en esta isla la palabra "encantado" está asociada a alguien lerdo.

La jocosidad de las mujeres es un tema digno a tratar, pues la picardía que le inyectan a los cachos las convierte a ellas en unas expositoras innatas. "Somos abiertas como el mar, tenemos la chispa a flor de piel", es la conjetura de Claret Suárez, integrante de Las Guarichas de Punda, quien además ve los cachos como una forma de expresar la espontaneidad femenina.

Los margariteños, más que hombres y mujeres con la piel curtida por el sol y la sal marina, son personas chispeantes, llenas de picardía, vivacidad y humor, que con su refraneo constante llenan de risas y alegría a la isla y su entorno.

Anécdotas y salidas para reír

• A un gringo se le cae la cartera con 3.800 dólares en la plaza Bolívar de Porlamar. Un sordo que ve cuando se le cae, con mucho cuidado la toma y se la mete en el bolsillo. El gringo, con el mapa de Margarita en la mano, se le acerca al sordo: "Por favor, ¿puede indicarme cómo llego a playa Valdés?", y dice el sordo: "¡cartera, yo; cartera, yo!".

• Me encontré a un señor de Las Barrancas y me cuenta: "Cónchale, Poché, me agarró la chikungunya y me mató. El doctor me dice que me recuperaré en cinco años y, como tengo un tremendo dolor en el brazo, me fui ahora para un traumatólogo y me dijo que es un problema aquí arriba en el manguito y para arreglármelo son como Bs 30 mil, que el pica aquí y allá, me ponen algo y listo… pero no, mijo, yo prefiero que ese manguito se caiga solo".

• La mamá a Simoncito:
-¿Qué vas a ser cuando seas tan grande como yo?
-Dieta, mamá, porque tú no cabes por la puerta.

Así hablábamos ayer

Tente Allá: Expresión que sirve de señuelo para retirar los niños que molestan. "Mira, muchacho, dile a tu abuela Ruperta que me mande un frasquito de tente allá"... Más información

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