5 Jun, 2020 | Cierta oposición venezolana, la del G4, Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular, y todo lo demás que se ubica a su diestra, perdieron el mingo hace bastante rato.

Y aunque todavía creo en el “instinto de supervivencia” de AD, UNT y en uno que otro dirigente regional de PJ, no parecen estar dispuestos a romper el “cordón umbilical” que los mantiene unidos a la elite política más extremista y violenta que conoce la historia política venezolana de la segunda mitad del siglo pasado y lo transcurrido del XXI, la que representa Voluntad Popular.

Para nada se me olvida la lucha guerrillera de los años 60 y parte de los 70 del siglo pasado, pero aquellos asumieron su condición, fueron perseguidos, desaparecidos y asesinados, hasta que resolvieron que la violencia no era la vía y recorrieron el camino democrático, electoral y constitucional que se había consagrado en la constitución del año 1.961.

Pasaron varios lustros y muchos aspirantes presidenciales, Luis Beltrán Prieto Figueroa, José Vicente Rangel, Jesús Ángel Paz Galarraga, Héctor Mujica, Américo Martín, Teodoro Petkoff y Andrés Velásquez, entre algunos otros, fueron respaldados juntos y por separado por las fuerzas políticas de la izquierda venezolana. El PCV, el MAS, el MEP, el MIR, la Nueva Alternativa, Vanguardia Comunista, la Causa Radical, entre las más destacadas electoralmente.

Las elecciones presidenciales y parlamentarias de los años 1.968, 1.973, 1.978, 1983 y 1988, marcaron la participación electoral de la izquierda. El Congreso de la República y sus dos cámaras; la del senado y la de diputados, eran el escenario propicio para el debate político. En ese escenario destacaron muchos líderes de la izquierda.

Eran los tiempos del “acta mata votos”. Donde los grandes partidos; Acción Democrática (socialdemócrata) y Copei (democratacristiano) se repartían los sufragios ante la ausencia de testigos electorales de los demás participantes.

La izquierda transitó ese camino de mengua real e inducida de su votación, hasta que en 1993 emergió la figura de Andrés Velásquez, desde el sindicalismo de Guayana, y en esas elecciones en las que proclamaron la victoria de Rafael Caldera, todavía algunos sostienen que el verdadero vencedor fue el sindicalista guayanés, con el respaldo de la Causa Radical, quien no tuvo la “voluntad” para reclamar su triunfo.

A la “otra” izquierda no le fue mal y formó parte fundamental de la alianza suprapardista que respaldó a Caldera, liderada por el partido creado por el candidato, Convergencia, y el Movimiento al Socialismo, a la sazón dirigido por Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez, quienes terminaron siendo ministros de esa administración.

Después la izquierda, en todas sus manifestaciones y tendencias, hasta el MAS, respaldó al comandante Hugo Chávez en 1.998, y luego de un largo periodo de acumulación de fuerzas logró una contundente victoria electoral.

Esta rápida y atropellada narración escrita en pocos “caracteres”, está hecha para intentar demostrar que la política, la conquista del poder político, suele ser, salvo en circunstancias muy especiales, el desenlace de un largo camino de acumulación de fuerzas, de victorias y derrotas que algún aprendizaje van dejando y van decantando liderazgos, hasta que llega el momento de “coronar” el triunfo.

Todo lo contrario a lo que han hecho en estos más de 20 años, quienes pretenden sustituir en el poder al chavismo gobernante. Sobre este tema volveremos en próximas entregas.