Porlamar
26 de abril de 2024





EL TIEMPO EN MARGARITA 28°C






El trapito del achote
Vale decir que mi primer “mandao” de carrera larga con retorno está ligado al inolvidable achote, onoto o caituco. Hay muchos cachos inspirados en el oportuno trapo. Recordemos además que a la catalana se le conocía como “achote” seguramente por su llamativo color.
Mélido Estaba Rojas | melidoestaba@gmail.com

24 Ene, 2020 | Entre ese arrume de cuestiones, que sonaban como normales y hasta necesarias en aquellos tiempos de nuestro ayer margariteño, recuerdo tres muy curiosas apegadas a los quehaceres del rancho, que ahora… o están escondidas entre los horcones del olvido…o renegaron al uso porque fueron suplantadas por la técnica de lo novedoso. Mamá estaba haciendo un sancocho de viudas (cazón pequeño) que cosechaba Juan “mono” entre la calma terca del mar de “Las arenas” -que ahora luce el pretencioso nombre de “Bahía de Plata”- para venderlas a cinco por un real y ganarse la vida.

Según la costumbre, ese condumio es el único de su especie que lleva plátano pintón, pues todos las demás sopas de pescados se hacen con topocho verde, conocido también como sumbí, “jartón”, “moco-moco”. Su sabor se enriquece con vitualla que tienda a lo dulce y se le agrega también un poco de arroz. Es probable que “la botellita” pueda estar ausente, pero lo que no puede faltar son las zambullidas correspondientes que asignan un tono rojizo al caldo; por esa razón tuve que ir corriendo por “el caño de los burros” desde Altagracia hasta Juan Griego “a casa de la comadre Consuelo, que me preste el trapo de achote, que en lo que yo baje la pana del fogón, usted va otra vez a llevárselo”. Vale decir que mi primer “mandao” de carrera larga con retorno está ligado al inolvidable achote, onoto o caituco. Hay muchos cachos inspirados en el oportuno trapo. Recordemos además que a la catalana se le conocía como “achote” seguramente por su llamativo color.

Estábamos en la era de fogones y aripos de El Cercado, cuando el maíz se trataba con ceniza o cal para lograr las fabulosas “arepas raspás o pelás”, y en nuestro rancho convivían en eterna juntilla, una horqueta de guatapanare extraída de la huerta de mi abuelo Nicolás Marín, empleada como atizador en la locura de brasas donde la masa se graduaba de arepas; y un pedazo de vidrio blanco verdoso, con letras en relieve que nada decían, el íngrimo tesoro traído por mi padre en su único viaje a Los Caños, y que causó en sus diez hijos, la sensación eterna de que había estado en Marte. Con ese vidrio, pasado vigorosamente, raspaba mi madre las conchitas o imperfecciones sobre cada una de las 30 arepas que hacía diariamente desde la madrugada. Un trozo del atizador con evidencias nobles de su oficio y el pedazo de “raspador” aun están arrinconados en la vieja casa “jatera”.

Allá mismo, eternamente hubo un pote de “Quaker” amenazado por el óxido de los años, competidor traicionero del café “Flor de Margarita” que albergaba, para satisfacción de habitantes y arrimados circunstanciales. La maravilla de nuestra “cafetera” era que el cafecito siempre estaba como recién hecho, gracias a una observación de uno de mis hermanos estudiosos de los cálculos y la Matemática. Hipólito “Polito” Estaba, en una de sus vacaciones, hizo un agujero en el zinc de la cocina con algunas condiciones, de tal forma que un haz de luz solar se filtraba por él, desplegándose en una trayectoria por el fogón.

El secreto era cambiar de vez en cuando la posición al pote de “Quaker” durante el día, para que siempre recibiera el calorcito del sol, desde el techo. Oportunamente, papá desde su banca de zapatero, alertaba “muchachos acuérdense de cambiar el envase del café”. Todavía la ruta solar trazada por mi hermano está descrita en el aposento, mientras el trapito de achote ya es una sombra amarillenta que nadie se atreve a limpiar.














Locales | Sucesos | Afición Deportiva | Nacionales | Internacionales | Vida de Hoy | Gente Feliz | 50° Aniversario | Opinión


Nosotros | HISTORIA | MISIÓN, VISIÓN Y VALORES