30 Oct, 2019 | Muchos dirán que es mentira y buscarán cualquier excusa para sostener lo contrario. Otros se irán por las ramas tratando de encontrar dónde agarrarse. Pero es cierto, y ya verdad incontrovertible, que los partidos firmantes del llamado acuerdo de la Casa Amarilla están recibiendo mucho aplauso y sólido respaldo.

Es decir, aparecen ante la opinión pública como organizaciones serias, responsables y bien claras en sus decisiones. Algo que, a un enorme porcentaje, casi mayoritario, del sector opositor le ha caído bien, cansado de esperar que los integrantes del denominado G-4, los partidos mayores, que lidera Juan Guaidó, adoptaran una posición determinante frente al gobierno de Maduro y al partido rojo.

Los de la mesita, como le están llamando al grupo que comanda Claudio Fermín, quienes desde siempre le han adversado por su inteligencia, firmeza y definiciones, en pocas semanas han crecido, es ya una realidad, con creciente apoyo popular.

En la calle, la gente habla y en lo que dice la palabra negociación está presente, marcando pauta, por considerarla necesaria. Y, ojo, no catapultan cualquier adjetivo contra estos dirigentes. Por el contrario, les lanzan flores. Los agravios provienen de los laboratorios en los cuales los desesperados, reconcomiados, frustrados y terroristas de las redes, rumian su rabia y envidia.

En numerosos escenarios de nuestra sociedad civil, los dirigentes que animan el diálogo están atesorando sumatorias. El pueblo les observa como adelantados que, dejando de lado cualquier otro interés que no sea el del colectivo, negocian con serenidad indispensable y garantías de solucionar, por la vía electoral, el feliz término de la crisis que vive Venezuela.

No se les niega a los del grupo de partidos que conforman el G-4, que no hayan llevado a cabo su trabajo, lo han cumplido, sólo que a la fecha no ha sido favorable a lo que el pueblo quiere, que es ver resultados. Asunto que si lo evidencia la labor emprendida por Claudio Fermín en apenas semanas. Tampoco es cuestión de apuro, porque del apuro sólo queda el cansancio, pero sí de firmeza en el planteamiento, responsabilidad en lo que se dice y se hace y, fundamentalmente, demostrar que la defensa del pueblo y el encuentro de soluciones a su aguda problemática, es lo que los lleva hacia la cumbre.

Por supuesto, la inmensa mayoría que está respaldando a esta diligencia reza porque ambos sectores, los de la “mesita” y los de la “mesota”, terminen encontrándose, aliándose y, sin mezquindades de ninguna naturaleza, juntos se enfrenten a la dirigencia roja, también dividida entre los que le reclaman a Maduro lo horrorosa en que convirtió la revolución que Chávez quiso fuese bonita y los que apuestan todo por seguir atrincherados en el poder.

Nos anotamos entre quienes seguimos creyendo que el voto es la vía única que debemos adoptar, para resolver la crisis política. Y esa es la bandera que Claudio y los suyos contra viento y marea vienen izando. Los que le adversan esta defensa del sufragio van a quedarse perplejos cuando el diálogo hacia la negociación arroje mayores resultados, más allá de la liberación de los presos y la consecución de un nuevo Consejo Supremo Electoral se concrete.

El pueblo les preguntará a los del G-4 si van a ir o no a elecciones, teniendo a su favor todo lo necesario, millones de votos, que llenarán las urnas al extremo que serán tantos, pero tantos votos, que el oficialismo no podrá hacer trampa alguna pues quedará sepultado por la avalancha democrática. O llamarán a la abstención para dejarle, otra vez, la tarea hecha a Maduro que sí obligará a los suyos, aunque ya no millones, a sufragar de nuevo por la hoz y el martillo que tanto daño le están haciendo a Venezuela.