Porlamar
19 de mayo de 2024





EL TIEMPO EN MARGARITA 28°C






Amor asuntino
Cuánto te extraño, Margarita; cuánto te sueño, La Asunción. Espero pronto poder volver a sentarme entre tus centenarios robles.
Dalal El Laden / ladendalal@hotmail.com / http://dalalelladen.blogspot.com

26 Ago, 2019

“El tiempo ni vuelve ni tropieza, pasa, se desliza por entre nuestras manos para perderse de ti, para que te pierdas sin él. El tiempo y su aliado, el destino, son cazadores implacables: todos somos sus presas y ninguna se les escapa”.

Joaquín Marta Sosa,

en “No cesa de llover”, página 356.

Sábado. Qué rápido. Cómo pasó esta semana. Tengo que ir a comprar perrarina. En el supermercado, por segundos, detallo a un niño de unos tres años dentro de un auto de juguete, intentando mover el rígido volante, riendo sin parar, sin fijarse en que se mantiene en el mismo lugar, ocupándose sólo en su alegría por en su imaginación estar manejando. Algo similar me sucede cuando estoy en este cuarto: aquí, al tomar el teléfono celular y ver fotos, leer noticias, muchas veces lo pongo en silencio, arrinconándolo en la gaveta de la mesa de noche para adentrarme más en mi mundo, tal como el niño que hoy vi, atento a su realidad, sin importarle nada más que su goce.

Ir a un supermercado aquí es revivir las idas a éstos en Margarita: debía agarrar fuerzas en la entrada, preparar mi mente antes de ver los elevadísimos precios, de caminar junto al desánimo de todos (“ni una galleta le puedo regalar a mi nieto”, “nos quedaremos sin pasta”, “no hay cloro”, “estos criminales nos están matando”), de notar la perplejidad de la mayoría al ver un carrito hasta el tope de víveres (“cuánto les costará ese mercado, cómo le harán para pagarlo”, silenciosas preguntas internas que carcomen el alma), de llegar a la caja sin efectivo (porque “no hay”) y pedirle a Dios “que no se vaya la luz”, que el Banco tenga conexión para usar la tarjeta. Después de todo esto, entrar a casa era un alivio (aunque no tuviera agua ni electricidad): cerrar la puerta (pasándole previniendo un robo muy bien la llave) y concentrarme (aún no sé cómo, ante tanto desgaste emocional, lo conseguía) en la lectura, en la escritura, dejando de lado (¿qué tan verídica será esta afirmación?) lo apenas experimentado en el establecimiento.

"Las tardecitas de La Asunción también tienen su qué sé yo, lástima que Astor Piazzolla nació en Buenos Aires y a nadie de acá se le había ocurrido decirlo antes (…) Eran las cinco de la tarde y los cerros del Oeste limitaban el paso del sol a la vieja ciudad enclavada en el valle de Santa Lucía, ni siquiera los altos robles centenarios que circundaban la plaza Bolívar recibían sus rayos en forma directa. No obstante, a través y por encima de sus frondas, el cielo brillaba con un azul claro de infinita transparencia”.

Francisco Suniaga,

en “Adiós Miss Venezuela”, página 215.

Aquí, en esta habitación, “desconectada”, abrazo al tiempo y al destino, cierro los ojos, me creo en Margarita, sobre todo en La Asunción, en la plaza Bolívar, mi espacio favorito de la isla, inspirador como ninguno.

Aire asuntino

Dejo atrás la casa hecha oficina,
su fragancia a años,
su pintura rosada
adornada de inexpresivas caras,
gracias a la inevitable rutina.
Me detengo,
tomo la imagen
sobre este suelo lleno de amarillo y verde,
que también recibe al vaso plástico de vuelta pisoteado

bajo el imperdonable rayo.
Aun con el rayo,
la brisa amiga
entre las alpargatas, el traje azul, la guitarra
y el sombrero del hombre,
frente a este banco bajo las ramas,
testigo de mi cuerpo inquieto,
sediento de sombra
frente a postes y vitrales.

***

Doce de mayo

Caminar en La Asunción
detiene mis pasos,
me sienta en el banco,
me acerca un café marrón claro,
me lleva a sonreírle al gato en el árbol,
me dibuja en la rama tu corazón que extraño,
regresa mi andar que hoy también canta
que de verdad he amado.

Cuánto te extraño, Margarita; cuánto te sueño, La Asunción. Espero pronto poder volver a sentarme entre tus centenarios robles. En lo que llega ese momento, es para ti todo lo que mis dedos, desde esta distancia en la que, recordando siempre al niño-maestro del supermercado, seguiré arrinconando el teléfono para agarrar más fuerza–, logren escribir.

Ghaza, El Valle del Bekaa (Líbano), 24 de agosto de 2019.




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