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Radicales
Sus particulares intereses tienen que dar paso a los de la nación. Venezuela no puede depender de la voluntad de estos pocos ciudadanos, contrarios a los millones que apuestan por transitar el camino correcto y no el tortuoso.
Ángel Ciro Guerrero /angelcirog@hotmail.com

16 May, 2019 | Los hay en todas las organizaciones, públicas, privadas, políticas. Son quienes rumian, además de inmensas frustraciones, la rabia y el odio. También, porque en la viña del Señor hay de todo, conforman el reducido pero peligroso equipo que muestra abierta disposición al confrontamiento, armado, incluso. Lo suyo es lo suyo, y punto. Admitir que pudieran estar equivocados, es un imposible. Tan parecido a querer tapar la luz del sol con un dedo o convertir en agua dulce la de la mar salada. Pretenden, con su actitud, que si bien no se comparte, sin embargo se respeta, imponer las razones que como tal las consideran pero que, si a ver vamos, están más encaminadas a promover soluciones por la vía de la violencia que la del razonamiento.

Extremistas, en suma, creen y quieren que les creamos, que por el camino de la paz no se llegará a ninguna parte, y por el de la guerra terminará el pueblo acampando en Miraflores. Ese modo de pensar, que no deja abierta rendija alguna para el entendimiento está, y que nadie lo dude, convirtiéndose en muralla, alta y de concreto armado, que impide el pronto encuentro de la solución que todos reclamamos. Ponerle punto final a la crisis que nos agobia, a través del necesario diálogo, tendrá en estos ciudadanos a enfermizos e irreductibles contendientes. Será necesario, entonces, hacerles entender, aunque la tarea resulte inútil, que su radicalismo no puede seguir siendo obstáculo. Una mayoría determinante, más de las tres cuartas partes de quienes poblamos la república, queremos que sea constitucional, pacífica y electoral la fórmula que finalmente nos conduzca a resolver la gravísima situación-país que confrontamos. La postura asumida por los radicales tiene que ser doblegada, superada, vencida, desaparecida. A las suyas, enfrentar las razonables que sostienen, repetimos, determinante mayoría que, se insiste, quiere la definitiva y pronta salida del gobierno rojo, pero en santa y conveniente paz.

El radicalismo, comprobada minoría tendrá que admitir que su postura es negativa, así no le guste. Sus particulares intereses tienen que dar paso a los de la nación. Venezuela no puede depender de la voluntad de estos pocos ciudadanos, contrarios a los millones que apuestan por transitar el camino correcto y no el tortuoso. El país, atribulado como está, sufriendo su gente la peor crisis de su historia republicana no merece una guerra civil, objetivo de algunos que, inscritos en el partido de los no me importa, quieren blandir la espada y no la palma. No les basta que nuestra economía esté a punto de cristal roto, faltándole muy poco para recoger los vidrios; el tejido social ya desteñido y desgarrado que casi no tapa la vergüenza de ser, ahora, un país pobre, casi de solemnidad, cuando antes fue rico, muy rico, tan rico que generaba buena y mala envidia.

Quieren que la violencia se imponga y saque a Maduro.. Olvidan que ese loco intento será un derramamiento de sangre, reprobable, inaceptable. Se les olvida que los tribunales internacionales los podrán juzgar, igual que a los represores, y condenarlos por lesa humanidad a cadena perpetua. Ojalá reflexionen. Todavía están a tiempo.




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