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26 de abril de 2024





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¡Sorrocloco estoy!
El primer testimonio escrito relacionado con la mencionada práctica fue suministrado por Apolonio de Rodas (295 a.C.-230 a.C.), poeta griego quien, en su obra El Viaje de los Argonautas, al referirse a los Tibarenos, pueblo establecido en las orillas del Mar Negro, señala lo siguiente:
Francisco E. Castañeda M. | fran.caman@hotmail.com

19 Feb, 2018 | Expresión bastante frecuente en el territorio insular la cual solían exclamar los individuos que acababan de ser padres. Sobre el particular, el profesor José Marcano Rosas refiere que “cuando el niño estaba naciendo, el padre se metía debajo del catre o cama, fingiendo dolores y repitiendo con insistencia: ¡sorrocloco estoy! ¡sorrocloco estoy! (Marcano Rosas, J., 1978: 230-231). En ese mismo sentido, el maestro de la oralitura insular, José Joaquín Salazar Franco (Cheguaco), nos comenta que, “el marido de la mujer recién parida tenía que colocarse dentro del mismo cuarto metido debajo de la cama o el catre fingiendo un semi aturdimiento, taponando los oídos con algodones mujos y lanzando de momento a momento, levísimos sonidos guturales imitando a las cluecas cuando tratan de recoger a sus crías y cuando una visita llegare preguntando por él, por el recién nacido o por la madre, en forma zalamera y graciosa le contestaba: aquí corro-cloco (zorrocloco), corro-cloco, corro-cloco”, corrocloquiando de la corrocloquera” (Salazar Franco, J.J., 1986: 61).

Se trata de una costumbre íntimamente relacionada con el rito simbólico conocido como la couvade, término que deriva del verbo romance covar, “empollar” y procede del latín cubare, “acostarse”, “estar echado”, v. gr. “empollar la gallina”( J. Corominas, Diccionario Crítico Etimológico Castellano, citado por Roque, M.A., 1998: 74). Al parecer, su práctica fue bastante frecuente en distintos pueblos de la antigüedad y entre algunas etnias americanas, aproximadamente 124, según refiere la investigadora María Carlucci en su libro La Couvade en Suramérica (Sau, V.,2000: 233) e igualmente, hasta hace muy poco tiempo, fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, seguía manteniéndose esta tradicional costumbre en algunos pueblos de las islas Baleares, de las Canarias, del norte de la península Ibérica y de la región vasca, donde, en algunas localidades ubicadas en ese territorio, se le denomina “parto de Vizcaya” (Ibídem).

El primer testimonio escrito relacionado con la mencionada práctica fue suministrado por Apolonio de Rodas (295 a.C.-230 a.C.), poeta griego quien, en su obra El Viaje de los Argonautas, al referirse a los Tibarenos, pueblo establecido en las orillas del Mar Negro, señala lo siguiente:

“Allí cuando las mujeres dan a luz a sus hijos, son los maridos quienes gimen echados en la cama con la cabeza vendada. Ellas en cambio cuidan a los hombres con alimentos y les preparan los lavatorios del parto” (Antiquitaem. Versión electrónica, 21-VI-2013).














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