25 Ene, 2018 | Con la publicación del Decreto N° 3.196 en la Gaceta Oficial Extraordinaria del pasado 8 de diciembre de 2017, mediante el cual se autoriza la creación de la Superintendencia de los Criptoactivos y actividades conexas venezolana, el presidente Nicolás Maduro dio un paso audaz y sorpresivo (el segundo después de la ANC), con el cual intenta salirle al paso a las amenazas y sanciones financieras asumidas por el gobierno norteamericano de Donald Trump contra Venezuela y su legítimo gobierno. En los considerandos del Decreto se señala que la intención es desarrollar una nueva divisa internacional con respaldo en el petróleo y en otros commdities como el oro, diamante, coltán y el gas; una divisa capaz de proteger al pueblo, que impulse la recuperación económica hacia un modelo productivo, sustentable. Esa divisa internacional será “El Petro”, cripto-activo intercambiable por bienes y servicios y por dinero fiduciario (constante y sonante) en las casas de intercambio nacionales e internacionales. Será un instrumento de “refugio” financiero al estar respaldado por barriles de petróleo en la forma de contrato de compra-venta “con la posibilidad de ser canjeado por petróleo físico”.

Desde niños se nos enseña en las escuelas que por soberanía se entiende el poder de mando que se ejerce sobre un territorio, un gobierno, un pueblo. Se trata de un poder vinculado al poder político. Soberanía es un término que aparece a finales del siglo XV (Bobbio) y que ha ido evolucionando con el paso de los años. La esencia de la soberanía es, para algunos, el poder abolir las leyes (Bodin). También lo es el poder coactivo de hacerse obedecer (Hobbes). Por ello, la soberanía ha sido revestida de características como de que es indivisible, inalienable, absoluta, perpetua, indivisible, arbitraria, limitada. Se entiende por soberanía limitada un mando justo, lo es absoluta cuando la ley lo puede todo técnicamente y lo será arbitraria cuando se fundamente en el capricho del más fuerte. Sin embargo, hemos de decir que la soberanía como concepto ha entrado en crisis, se eclipsa cada vez más, tanto en lo teórico como en lo práctico.

Las llamadas Criptomonedas son un caso insospechable de que la soberanía ya no responde únicamente a la noción de un territorio, un gobierno, un pueblo. Ellas, por estar inmersas en el torrente financiero internacional, traspasan cualquier valoración “nacionalista” que las pretenda reducir a un lugar determinado. El anonimato de que están revestidas, las convierte en golondrinas intangibles que viajan por la web sin control alguno por parte de los gobiernos ni de los bancos centrales de éstos. Tras el “discurso libertario” de las Criptomonedas (Piña), se esconden los grandes monopolios financieros mundiales. En el planeta hoy “circulan” más de 1.300 criptomonedas. Tener patria pasa por poseer soberanía financiera. Preparémonos pues porque lo que viene puede ser un joropo encriptado.