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Mr. Donald
Su campaña estuvo signada por un discurso cargado de ofensas de todo tipo y de promesas inusuales.
Félix Roque Rivero | @Espartaco2021

10 Nov, 2016 | Hacer todo lo posible para perder, a sabiendas que se va a lograr el triunfo. Pareciera que fue esta la máxima de Donald Trump en su camino para lograr la presidencia de Estados Unidos. Este hombre acostumbrado a los negocios peligrosos, al fraude inmobiliario, a las trampas en los casinos, que fue llevado a los tribunales y que estuvo a punto de declararse en bancarrota, acaba de convertirse en el 45° presidente de la primera potencia del mundo.

Su campaña estuvo signada por un discurso cargado de ofensas de todo tipo y de promesas inusuales: construir un muro que separe a México de EEUU bajo el argumento que la migración mexicana es de las peores; expulsar a cinco millones de ilegales; llevar a la cárcel a Hillary Clinton; revertir los acuerdos Obama-Castro y fortalecer el bloqueo contra Cuba; derrumbar todo gobierno contrario a la doctrina norteamericana; condenar la comunidad de homosexuales y tratar a las mujeres como basura.

Ni Busch -que ya es bastante decir- se atrevió a tanto. No hay país en la historia mundial -señala Howard Zinn en su libro “La otra historia de los Estados Unidos”- en que el racismo haya tenido un papel tan importante y durante tanto tiempo como en Estados Unidos.

Un país que para lograr su independencia no tuvo empacho en arrasar con la población indígena, practicar de manera brutal la esclavitud, logrando así imponer una constitución que recoge la complejidad del sistema americano que sirve a los intereses de la élite rica y que deja medianamente satisfechos los intereses de la clase media, de los trabajadores y los agricultores con la fijación de un salario vital para satisfacer las necesidades básicas. Un país donde sus gobernantes y empresarios se habituaron a la afirmación de que ellos nunca tomarían nada por la fuerza, que todo lo que lograrían en el curso de los años era por la gracia de Dios.

Es la tesis del “Destino Manifiesto” que se convirtió en el Padrenuestro de cuanto líder ha tenido esa gran Nación. Este es el basamento doctrinario del país que gobernará esta cosa llamada Donald Trump.

Trump dominó el llamado voto popular y los colegios electorales. Ganó ambas cámaras y la mayoría de las gobernaciones. Para ser un “inexperto” en política, su victoria es de tales dimensiones que ha dejado a más de uno boquiabierto. Preocupa que la comunidad latina, afrodescendiente y asiática hayan votado a este hombre que les ofendió, humilló y les prometió un futuro incierto. Pareciera que el poder movilizador de Trump contrastó con la actitud triunfalista de los demócratas. Lecciones necesarias para colectividades disfuncionales y políticos imberbes.

En el plano internacional, además del desbarajuste bursátil que significó el desplome de los índices y de los contratos a futuros, están los conflictos en desarrollo a los que Trump deberá hacerles frente a partir del 20 de enero cuando asuma como el presidente más viejo que ha tenido EEUU.

Sobre Siria dijo que hay que dejar que su presidente gobierne y que hay que apoyarlo. Sus amenazas contra Irán han sido notables. Sobre China ha dicho que no importará un Toyota más y revisará sus negocios que les han restado empleos y oportunidades a los estadounidenses. América Latina seguirá siendo vista como el “patio trasero” por este presidente gringo tramposo.




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