Aunque ya la edad (65 años) no le permite hacer tantas piezas de bisutería como antes, sigue haciendo collares y rosarios. / Foto: JHONNATAN BENITEZ

5 Mar, 2016 | Si alguien ha estado toda su vida cerca de la Virgen del Valle es Ana Asención Rondón, oriunda de El Valle del Espíritu Santo. Ella trabaja desde los ocho años como artesana en un kiosco al lado de la Basílica Menor y aseveró que es testigo de la divinidad de la Virgencita y de la devoción del pueblo neoespartano a nuestra Madre.

Esta mujer nació el 18 de mayo de 1950 y recuerda cómo era El Valle cuando una niña: un pueblo tranquilo donde la hospitalidad de la gente resaltaba y el verdor de este valle engalanaba las calles.

Para Ana, este lugar siempre ha sido su hogar pero lamenta que no sea lo que imaginó, pues al ser la zona que alberga a la Virgen del Valle esperó que fuera un lugar mucho más atendido por los gobiernos de turno.

Rondón dice que cuando salía de su casa con su madre, visitaba la plaza y recuerda la vida que tenía este lugar, donde los niños y adultos convergía en total respeto.

Aunque afirma que era una niña hogareña y pasaba gran parte del tiempo jugando con sus hermanos en el patio de su casa, aseveró que su madre era muy estricta y no le gustaba que ella estuviera en la calle.

Su madre era Amada del Valle Rondón, a quien calificó como una mujer extraordinaria que le dio mucho amor y le enseñó las cosas buenas de la vida.

Explica que Amada tuvo que asumir el rol de madre y padre, pues su progenitor no los reconoció; a pesar de esto, explicó que ella hizo un gran trabajo criándolos y dándoles una vida digna, pues laboraba como costurera y con eso levantó a su familia.

Cuando tenía ocho años fue la primera vez que acudió a las inmediaciones de la explanada de la Basílica Menor a vender artesanía con su madrina María de Lourdes Cardona, una mujer que dejó un gran huella de amor en su vida.

Dado a una enfermedad que atacó a su madrina, Ana fue a acompañarla a vender su mercancía religiosa y desde entonces hace vida en este espacio.

A esa edad, junto a otras dos niñas María Angélica González y Miguelina Millán, vendía todo tipo de bisutería como rosarios, estampas y detalles alusivos a la Virgen del Valle en la puerta lateral que daba al nicho, cuando todavía se podía subir a verla desde cerca dentro de su santuario.

Desde ese momento hizo una conexión especial con la patrona de los pescadores y fue testigo del gran amor que le daban los margariteños a la Madre de Dios.

“Mi trabajo me ha dado muchas satisfacciones. Soy feliz haciendo lo que hago y espero seguir haciéndolo mientras Dios me lo permita. He visto tantas personas y he conocido historias extraordinarias”.

Familia

Ana se casó y de su matrimonio tuvo a 10 hijos: Lourdes Amada, Carlos Andrés, Reinaldo José, Antonio Andrés, Fran Andrés, Ana María, Andrés Antonio, José Andrés, María de Lourdes y Luis Andrés.

Para esta mujer, sus hijos son su mayor orgullo y el mejor premio que Dios le ha dado, pues a pesar de haber sido tantos, a todos les dio una formación valores.

“No es fácil criar a un hijo, y si tienes 10 es mucho más complicado, pero siempre les hablé muy claro sobre todo. Tengo una hija doctora y otro abogado, pero todos son hombres y mujeres de bien”.

Energía

Uno de los momentos más esperados por Ana Asención Rondón son las fiestas de la Virgen del Valle pues es un momento donde hay una energía especial en El Valle.

Recuerda que antes las fiestas eran muy tradicionales y no había malicia. Los vecinos de El Valle abrían las puertas a fieles de otros municipios y, a raíz de esto, se hicieron grandes amistades e historias de amor.