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Pobre país
El Presidente, el teniente-capitán, el usurpador de La Casona y sus escribidores a sueldo, señalan que el país está en su mejor momento, con una población feliz en las largas filas de horas para obtener algo de lo mucho que no existe en el mercado.
Luis Fuenmayor Toro | lft3003@yahoo.com

6 Oct, 2015 | Hay que tener la coraza muy dura para ver el desastre actual y no vivir afligido. Hay que ser fuerte para soportar estoicamente los discursos mentirosos del alto gobierno, pintando una situación que nada tiene que ver con la realidad. Oír a Maduro decir que la miseria había sido reducida hasta valores cercanos a cero, por lo que podían perfectamente cumplir con la meta de la ONU de eliminar la pobreza para 2030, es inaudito. Con su cara muy lavada presumía, como si fuera cierto, que la miseria estaba muy cerca de desaparecer. Esconde bellacamente que, desde 2012 en adelante, las cifras de pobreza regresaron a los valores encontrados por Chávez en 1999 y siguen subiendo. Los logros vistos entre 2006 y 2012 se perdieron rápidamente desde 2013 inclusive. Hoy, la miseria, esa que Maduro dice haber casi erradicado, sobre pasa el 27 por ciento, mientras que la pobreza general está más allá de 55 por ciento.

Ocurrió en la actualidad lo mismo que pasó en la mal llamada cuarta república, en momentos en que también se dispararon los precios del petróleo, creando el espejismo nacional y extranjero de país rico. Hablo de finales del primer gobierno de Caldera, pero sobre todo del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, cuando dimos la impresión de ser un país boyante, con vehículos estadounidenses y europeos en las calles y avenidas de sus ciudades, con capas medias adineradas, que viajaban al exterior una o dos veces al año, comían con frecuencia en buenos restaurantes y a quienes se les llegó a conocer en Miami, USA, como los “Tabarato dame dos”. En aquel momento, la miseria bajó a cifras menores del 3 por ciento, muy por debajo de las reportadas en el presente por el INE, cuyos valores de miseria están un poco por encima del 7 por ciento de la población.

Ese discurso gubernamental niega la existencia de los efectos deletéreos de la crisis económica actual sobre las condiciones de vida de los venezolanos. Es decir que la inflación galopante de tres dígitos, la escasez de un gran número de productos, entre ellos alimentos y medicinas; la indetenible devaluación monetaria, la ausencia de producción interna, el gasto público incontrolable, el contrabando impune de combustibles, minerales y de mercancías esenciales; los bajos precios internacionales del petróleo y la corrupción desatada, nada de ello, afecta negativamente a quienes vivimos en Venezuela. El Presidente, el teniente-capitán, el usurpador de La Casona y sus escribidores a sueldo, señalan que el país está en su mejor momento, con una población feliz en las largas filas de horas para obtener algo de lo mucho que no existe en el mercado. Feliz sin medicinas para sus enfermos, con sueldos y salarios de hambre, con una inseguridad personal que los encierra en sus hogares. Pobre país si continúa en manos de quienes hoy lo conducen o cae en manos de quienes ayer lo hicieron.




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