5 Ago, 2015 | "En cuanto experiencia pedagógica, el acto político no puede reducirse a un proceso utilitario, interesado, inmediatista. A veces es preferible perder unas elecciones pero seguir fiel a unos principios fundamentales y coherentes con los sueños proclamados. Lo que necesitan los partidos progresistas, en lugar de archivar su tarea utópica de discutir esperanzadamente la razón de ser de las cosas, es aprender con el mismo pueblo la mejor manera de comunicarse con él, cómo comunicarle mejor la interpretación que hacen o que están haciendo de su tiempo y espacio".

–Paulo Freire: Pedagogía de la indignación-

Estamos siendo protagonistas de un país sumido en la más profunda crisis por quienes somos activos de su historia contemporánea, es decir, quienes siendo niños hasta nuestros días hemos visto transcurrir este devenir, debemos estar conscientes o cuando menos ser reflexivos que la sangre envenenada de la sociedad la tenemos en nuestra educación.

Siempre se dice que tenemos un "gran país". Sí. En lo natural, geográfico, cultural y hasta en el mestizaje de la gente, y sobre todo belleza de nuestras mujeres quién puede dudarlo. Estamos marcados por una Historia de Independencia la cual, pensamos 200 años después, vamos a librarla con bayonetas, machetes o viejos cañones, y mientras pensamos así, cada generación responsable en el desarrollo del país dice que la juventud va descarriada. Y entonces, ¿quiénes son los responsables de ello?

Hay una seudoeducación movida no solo por nefastos dirigentes, sino ahogada por docentes en todos los niveles, incluyendo la universitaria, quienes son incapaces de leer un libro. Incapaces de escribir un ensayo, y menos de analizar contextos sociales, políticos, económicos y culturales. Esos "docentes", algunos enclaustrados en posiciones de poder, son profesores de áreas que ni siquiera ellos dominan causando daños irreversibles en la praxis del conocimiento y la formación ciudadana, peor, en el sentido ético de la ciudadanía.

Hace unas tres décadas casi no había profesionales universitarios. Hoy abundan en diversas ramas. En una década, sobre todo en la docencia, habrá muchos "magísteres" y "doctores", muchos de ellos con trabajos sin relevancia y menos con aportes sustanciales para promover cambios profundos en la ciudadanía porque no se termina de aceptar que cuando existe una dirigencia política corrupta y mediocre, y con tristeza y dureza decirlo, el tener docentes pésimamente formados ha formado una paupérrima sociedad.

Igualmente es degradante ver el cómo grupos de "sindicalistas" y "directivos" han abandonado sus posiciones de defensa de los derechos de la educación y del conocimiento y el aprendizaje de los educandos para convertirse en apéndices del partido de gobierno, lo cual los hace responsables ante la propia historia de la degradación moral y educativa que nos sumerge en lo más profundo de la pobreza social y económica.

El país no encontrará bienestar colectivo hasta que no exista un reencuentro con el alma colectiva. El alma colectiva de un país está en su educación. Lo demás es entelequia.