A su regreso de una jornada que lo llevó hasta Punta Mosquito, “Beto” Narváez mostró una cachúa que capturó ese día. / Foto: Tanya Millán

4 Jul, 2015 | Alegre, jocoso y espontáneo, Alberto “Beto” Narváez es un margariteño que no ha parado de ir “a la mar”, la cual conoce como la palma de su mano. Es tal su conocimiento de ella que está consciente de sus bonanzas y amoríos, pero también sabe de sus misterios, de sus arranques de mal tiempo y de cólera, cuando “la mar está brava”.

Sin embargo, este marino de 60 años de edad no conoce fronteras distintas ni de variados oficios. Al igual que otros compañeros, dijo que cree que está pescando “desde que estaba en la barriga” de su mamá. “Comencé en esto desde los 10 años. Era apenas un ‘pelaíto’”, agregó con buen ánimo, a pesar de los malos tiempos.

Ese día de faena se movilizaron hasta Punta Mosquito para regresar con varias especies. Mero cuna, corocoro margariteño, cagalonas y un par de cachúas resumían las especies que ese día cayeron en las nasas, pasadas luego a un saco donde se escurrían, mientras todavía saltaban.

Recostado a un bote varado en la orilla, Narváez confirmaba que “ir a la mar” se dificulta cada vez más, tanto por razones de costos, los peligros que implica desplazarse por esas “rutas azules” caribeñas y la poca producción que a veces arroja la jornada diaria.
Estamos contra viento y marea -aseguró Narváez, quien es presidente de la Asociación de Pescadores del sector Guaraguao-.

Esta es una comunidad de cara al mar, con tradición costera, pero venida a menos. Apenas quedan operativos “un poco más de veinte pescadores”.

Mejoras necesarias
Al emblemático paseo Guaraguao de Porlamar le falta cariño. Por las piedras que bordean toda su orilla se deja colar la basura y en algunas partes la maleza.

La playa tampoco brinda su mejor aspecto y la ranchería denota falta de mantenimiento.
En ese espacio, sin embargo, guardan su aperos y enseres de pesca porque al menos están bajo techo y no a la intemperie. Lo justo sería que hubiera mayor apoyo.

Si le hablamos a Alfredito (alcalde) para que nos repare la ranchería, asegura que no hay presupuesto y nos dice que por qué no la reparamos nosotros. Igual sucede con la Gobernación; pero eso sí, cuando viene la época electoral, por aquí pasan blancos y rojos con las promesas bajo el hombro.

A cambio, reciben poco. Por ahora predomina la “sequía” de créditos y de mejoras a su entorno marino-costero. “Todos nos han dado la espalda; son iguales de bando y bando”, agrega.

Se turnan para vigilar
Para resguardo nocturno de la ranchería, a objeto de evitar el robo de motores, se turnan entre los pescadores.

William Díaz es uno de los encargados de ese cuidado, pero admite que sin los perros que le ayudan a la vigilancia, no tuvieran bienes porque la delincuencia siempre está al acecho.

Pargo gallo cotizado
Adalberto Salazar, un vecino de Guaraguao, acude a comprar pescado y se lleva cuatro kilos de pargo gallo, una especie que se cotiza a Bs 400 el kilo.
En el mismo lugar, sobre una mesa de madera, otro señor limpia el pescado.

Salazar explica que Guaraguao es una comunidad marinera. “Entre los pescadores, el profesor Pablo Ramírez y yo fundamos la Asociación de Pescadores. La idea fue organizar y mejorar condiciones”.

Mar de fondo...
Aun cuando en apariencia esté el sol reluciente y a orilla de playa todo sea propicio para un día recreativo a la hora de navegar e iniciar las faenas, los pescadores se encuentran con diferentes situaciones. En esta oportunidad, a “Beto” Narváez le tocó una travesía extenuante. Los malos tiempos, las aguas revueltas y el mar de fondo “que pegó” fuerte incidieron en ello, dijo al llegar.