Porlamar
19 de abril de 2024





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Porque para todo se requiere amor
He llegado a mi cama. He abierto las cortinas: iré contando las estrellas hasta confundirlas con la mirada que, premiándolos, logrará cerrar mis ojos; tu mirada.
Dalal El Laden / dalalelladen.blogspot.com

4 Jul, 2015 | He llegado a mi cama. He abierto las cortinas: iré contando las estrellas hasta confundirlas con la mirada que, premiándolos, logrará cerrar mis ojos; tu mirada. Mis pies, mis piernas, mi espalda, mis hombros, mi cuello, mis brazos agradecen el reposo, mas mis manos, imaginando que -quizás también en cama, contando las estrellas- esperas mis palabras, recobran la energía frente a este teclado.
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Ayer o antier (qué importa cuándo)

Llegué a la cama. Intenté llenar la página en blanco, pero la madrugada se compadeció de mis ojeras. Cuando las telas vencidas -de lo que ayer fueron mis cortinas- abrieron mis ojos, sentí que nunca estuvieron cerrados.

Frente al espejo, el mismo espejo reclamó a mis mismas ojeras: porque ya es hoy y no he plasmado nada y el tiempo se me va.

Espero ahora llenar esta página de veinticinco, veintiséis -qué importa cuántas- palabras que digan lo que vivo al querer creer que leo, que escucho, que hablo, que pienso, cuando lo único que realmente hago es intentar recordar la letra de cada canción que me parece mía, para que así, bajándola de mi recuerdo, la escuches y sepas lo que vivo por saber que existes y yo -y mis ojeras- tan lejos.

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Aunque mis pies no quisieran andar, mis manos insistirían. Bendito sea el escribir.
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Porque para todo se requiere amorHoy lunes, al despertar, lo primero que se me vino a la mente fueron estas dos palabras: cuaderno y pimentón. Preguntará usted qué tiene que ver un cuaderno con un pimentón. Ya es mediodía y confieso que he estado mucho tiempo cuestionándome lo mismo. Usted me ayudará a comprender. ¿Por favor? Gracias. Vamos a ver. Quizás esto del cuaderno con el pimentón se deba a que desde niña me ha gustado escribir, y ahora, bueno, desde hace algunos años, he descubierto que también me gusta cocinar. Ahora bien, cuando escribo, me he dado cuenta de que, dependiendo de mi estado de ánimo (y del hambre que sienta en ese momento) se me viene a la mente alguna nueva receta, casi siempre rara, nada sabrosa; en una palabra: loca. Entonces, de inmediato, sucede lo siguiente: mi mano se detiene sobre mi cuaderno, y mi mirada se dirige al techo, y mi misma mano traslada la punta de mi lápiz a mi boca y, con toda esta imagen intelectual (¡jaja!), más o menos me digo algo así: ¿Y cómo quedaría el pimentón asado, bañado con melocotón frito y coco rallado? Imaginar este nuevo sabor alienta a mi mano a regresar al cuaderno, pero no para escribir esta extraña receta, sino para continuar con mi intento de poema, que no es más que mi risa o mi lágrima convertida en palabra. Ya está. Ahora, escribiendo esto, acabo de entender la relación entre el cuaderno y el pimentón. Gracias a usted por leer. Ahora, con su permiso, voy a cocinar.




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