13 Jun, 2015 | Cuando veas mi foto,
acaricia mis ojos con tus ojos,
así,
cuando yo lea tus palabras,
mis ojos entenderán.
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He caminado sola y también de la mano. He caminado sonriendo y también llorando. He caminado despierta y también despierta soñando. He caminado. He caminado.
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Tu voz me recuerda la risa que,
muy poco antes de yo escuchar tu voz,
pensé que de mí ya jamás saldría.
Tu voz me recuerda la palabra que,
muy poco antes de yo escuchar tu voz,
pensé que ya por siempre yo callaría.
Tu voz me recuerda el amor que,
aun entre tanto gris,
en el fondo yo sabía que aún en mí existía.
Quizás todo esto se deba a que
hay un algo de mí en tu voz.
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A veces me pregunto por qué sigo escribiendo, si tarde o temprano siempre vuelvo a las mismas palabras, e inmediatamente mis pies me preguntan (responden) por qué camino, si siempre he de aterrizar en el amor.
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¿Dónde estamos?
Obedeciendo a tus labios en mi mente,
de nuevo pongo la canción,
de nuevo abro mi bolso
y retomo este libro.
Quiero leer,
sí,
leer
hasta encontrar
el verso
que transcribiré para que llegue a tus labios
y así tus labios,
obedeciendo a mi mente,
lleguen a los míos,
calmando esto que,
por no tenerte,
apuñala mi sien.
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No sé qué tiene esta hora que, aun cuando a mi cuerpo le implora un descanso, a mis manos les suplica seguir sobre esta página, así fuera sólo para afirmar no sé qué tiene esta hora...
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¿Nacemos para aprender a sobrevivir en honor a la esperanza?