21 May, 2015 | Sabíamos que el gentilicio es asuntino, pero lucía mejor decirles asuncioneros, porque teníamos la impresión que por esa vía nos acercábamos más en aquel tropel de pertenencias margariteñas, donde la capital disfrutaba su categoría encumbrada del "portachuelo p'arriba". Así como llegaban los recados de helados, panes y frutas producidos en aquellos predios de generosidad, también gozábamos –del otro lado del portachuelo- de los adelantos musicales que nos embriagaban sumiéndonos en el submundo de la "música de viento", que comenzaba a despojarse de los pañales. Entonces supimos de agrupaciones como la "Sonora Nueva Esparta" y "Leo y sus muchachos", en las que la creatividad isleña brincaba todos los niveles para plantarse ante el ritmo exacto de la exigencia acompasada, troquelada en voces como la de Cruz Alejandro Berbín Rojas, el popular "Cucho", quien entusiasmó amaneceres en tiempos de serenatas, y vistió de gala los locales del oriente venezolano con sus interpretaciones equilibradas de melodía.

Desde joven brilló con la pulitura del "Matadero", espacio reconocido como cuna de músicos en La Asunción, abanderados por José Marcano Rivera –"Burro Tapao"-, insignia de generaciones dando qué hacer con el trombón. Por allí dejaron sus lecciones en el arte personajes como Ángel Vicente, Pedro y Jesús Oliveros, José Ávila, Luis Enrique Salcedo, José Rafael Marcano, y Leocadio Fermín. Además de bolerista de finos quilates, "Cucho" se lucía en la percusión, y tenía una capacidad entusiasta para seguir el ritmo inequívoco de las notas. Su trayectoria de brillante intérprete caminó paralela con la de su don de excelente amigo, apreciado y reconocido por sus dotes de solidaridad, encuadrado en las chanzas del buen humor y la disposición del parrandero equilibrado. Por una bendita casualidad, durante una de sus actuaciones en el bar "La Ceiba" en el Valle del Espíritu Santo, el maestro Billo Frómeta tuvo la oportunidad de escucharlo y se apuró a ofrecerle un contrato para alistarlo entre sus cantantes. Cuando "Cucho" llegó a casa con la alegría resonante a ponerla en manos de su esposa, Lourdes María Obando, ella arrugó la cara y –de paso- el papel que su amado le extendía: "¿Cómo?… ¿Que te vas a cantar con Billo? Eso es lo que nos faltaba… si usted acepta ese contrato olvídese de mí y de los muchachos, porque entonces sí es verdad que se la va a pasar de fiesta en baile… ¡No señor!

"Cucho" perteneció a los equipos entusiastas que viajaron por el Oriente apretujados en curiaras, por las aguas de La Arestinga, rumbo a Boca del Río y otras plazas a llevar sus mensajes amorosos; y en una oportunidad debió ser primera voz durante una cena bailable en La Asunción, donde los invitados especiales fueron el presidente Marcos Pérez Jiménez y su ministro Luis Felipe Llovera Páez. El Tigre, Cumaná. Carúpano, Las Charas, están entre los sitios más frecuentados en los encuentros maravillosos de las fiestas patronales. La gente se amontonaba para disfrutar sus interpretaciones junto a "Chiquito" Suniaga para ver quién arrancaba más aplausos. Junto a Doña Lourdes procreó tres hijos: Virginia y Ángela, abogadas; y Cruz, ingeniero agrónomo, con desempeño en la Facultad de Agronomía UCV.

Cruz Alejandro Berbín Rojas laboró además como sastre, y fue jubilado de la UDO Nueva Esparta, donde se desempeñó como ayudante de carpintería; perteneció a la línea de taxi "La Asunción", cultivó y cosechó frutos de amistad de los que siempre se enorgullecía. Se llevó su cargamento de felicidad a los 81 años el 21 de mayo de 2014, rumbo a otro plano extraterreno.