28 Feb, 2015 | Algunos, en el tempestuoso y conflictivo marco de severos antagonismos en el cual se desenvuelve la vida política del país de los últimos tiempos, han supuesto y hecho creer que es sólo a partir del advenimiento del Cdte. Hugo Chávez cuando comienza la Patria venezolana. Hacen recordar así a aquel 18 de octubre de 1945 cuando los adecos en coyunda nefasta con jóvenes militares derrocaron al gobierno democrático, progresista y de firme nacionalismo del Gral. Isaías Medina Angarita. Clamaron que se trataba de "la segunda Independencia Nacional", del surgimiento, por fin, de la Patria Venezolana. Así, con mayúsculas e hipérboles y verborrea de estruendosas proclamas. Nada más falso. Contrario a la realidad contenida, escondida en los pliegues profundos de nuestra vida como nación, como pueblo, como país. Nuestros primeros latidos, aquellos que nos empujaron por los heroicos, pero duros caminos de la libertad y de la soberanía que, sin duda, hoy hemos reafirmado. Nuestra historia comienza temprano, si a ver vamos, con saltos insurreccionales de gran valor. En 1749, el capitán Juan Francisco de León, Teniente de Justicia del pequeño pueblo de Panaquire, fue sustituido por Martín de Elevaría, factor de la "Compelía Guipuzcoana", establecida con patente real para monopolizar la economía colonial. A partir de aquel reemplazo discriminativo, surge la insurrección y su sangrienta represión. En 1795 se produce la sublevación de los negros, zambos y mulatos de Coro que tuvo trascendental repercusión. La Corona en tensa pugna con el mantuanaje del Cabildo caraqueño expide la "Real Cédula de Gracias al Sacar" que da acceso a pardos y mestizos a determinados privilegios y canonjías haciendo posible su venta. Es la célebre sanción: "Ténganse a las Bejarano, por blancas". Los innumerables impuestos con los cuales la metrópoli agobia a la aristocracia criolla, y que iban desde tasas sobre tabacos y aguardientes, la pólvora y el papel sellado, pasando por los quintos de metales, venta de tierras baldías y tributos sobre indios, hasta los derechos sobre la miel, sobre las lanzas y las salinas, los patios de gallos, los pasos de ríos colmaron la paciencia de aquéllos, cuecen y fermentan el caldo de la revuelta. Esta se precipita. Inspirada y nutriéndose con las luces de los enciclopedistas franceses y los racionalistas ingleses y el ejemplo de la revolución americana explota con la revuelta de Gual y José María España. Las puertas de la revolución están abiertas. La lucha será larga, compleja y muy difícil.