Imagen referencial. / Foto: ARCHIVO

21 Feb, 2015 | Compartimos algo de lo expresado en esta misma página del Sol de Margarita por nuestro querido y respetado compañero, el escritor y militante socialista, Pedro Salima. En particular el comentario sobre la naturaleza del régimen económico imperante en China. Sin embargo, quisiera dar alcance a ésa crítica y relacionarla con lo que vivimos actualmente en Venezuela. Más que producto de la concepción doctrinaria ligada al socialismo, clásico u ortodoxo, de Carlos Marx y Engels, y practicado en Rusia y China por Lenin y sus sucesores y Mao Tsé Tung en China, así como por Fidel Castro en Cuba, allí en China se aplica hoy, con mucho pragmatismo un esquema singular y paradójico.

Rígido control político desde arriba, con hegemonía y monopolio del poder por un grupo numéricamente reducido, la élite del partido comunista, y acentuados rasgos de la economía de mercado por abajo. Fue el triunfo de la corriente en el seno de la organización de las tesis de Teng-Tsiao Ping e ilustrada por la conocida expresión de que o importaba el color de la piel de los gatos con tal de que cacen a los ratones. Traducción: Alcanzar, en el más breve lapso el desarrollo económico de las grandes potencias capitalistas del globo, copiando y aplicando sus esquemas de gestión económica. Así se puso en práctica un modelo despiadado de explotación a una escala colosal, del tamaño de China, y que el viejo Marx llamó "el modo de producción asiático".

Por manera que China tiene hoy una de las tasas de crecimiento más elevadas, de las economías mundiales con superávit en las cuentas de las balanzas comercial y de pagos. La mala noticia es que han aumentando los millones de los ya multimillonarios, también la corrupción y ampliación de las franjas de desigualdades sociales. Si Venezuela intenta copiar y torpemente por lo demás, y en sus aspectos más reprobables ése modelo, sin observar y estudiar los patentes aspectos novedosos y positivos del mismo, el peligro que se avizora y cierne sobre todos nosotros es grande. Ya sabemos que los sistemas económicos que fueron incapaces de unir el desarrollo con la justicia social yacen en la historia de las naciones envueltos en el sudario de sus fracasos.