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26 de abril de 2024





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El país (des) conocido
Década y media atrás, en medio de la crisis, consumíamos predominante y diariamente leche pasteurizada en sus distintas presentaciones y variadas marcas.
Luis Barragán @LuisBarraganJ

19 Ago, 2014 | Las nuevas generaciones creen que por siempre fuimos escasos y desabastecidos, pues no conocen otro país, como las más viejas no supieron del que precedió a la llegada del petróleo. A aquéllas les resulta inimaginable un anaquel repleto de productos de primera, segunda y última necesidad, mientras que éstas convierten el recuerdo en una irreprimible melancolía.

Década y media atrás, en medio de la crisis, consumíamos predominante y diariamente leche pasteurizada en sus distintas presentaciones y variadas marcas, mientras que hoy andamos a la captura de una bolsa de leche en polvo, de contar con el hallazgo de una enorme cola requerida de paciencia y fuerzas físicas. El problema era elegir entre distintas marcas de café, papel higiénico, salsas, pastas, carnes, desodorantes, cremas para afeitar o cepillos dentales, por no hablar de medicamentos, pero el actual obliga literalmente a pescarlos así sean de la peor calidad.

Supermercados que no cesaban de publicitarse, compitiendo con los encartes de vivos colores en la prensa, ofertando la variedad en medio de colas expeditas y razonables en los cajeros que muy después se poblaron con los puntos de cuentas, ofrecían un paisaje que únicamente los jóvenes aprecian de acuerdo a la tradición oral. En los mercados populares, por muy agudas que fuesen las escaseces, a menor precio que el oferente de local establecido de grandes rótulos y numerosos empleados, estaba garantizada la dieta básica, accesible, indispensable.

La muchachada desconoce el país que hasta hace poco fuimos, creyendo no solo que por siempre hubo miseria y grandes colones para adquirir lo que se podía, sino que –lo pretende el gobierno- aquí hay más que en otras latitudes. Es precisamente lo que pasa en la Cuba censurada y reprimida, cuya población parece convencida de que el resto del planeta está peor que ella y sobrevive únicamente por la suerte y favores de una dictadura implacable que les parece tesitura democrática al oído.

Ataño impensable, se hereda la ropa del abuelo con sus etiquetas más o menos intactas, porque –además del condenado consumismo- no hay ocasión para adquirir una nueva, duradera, resistente y vistosa. Hogaño imposible, los jóvenes de hoy sospechan que la situación amerita de un cambio y proceden en consecuencia, descubriendo que hay un mundo por hacer.




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