26 Jul, 2014 | 1/ Julio de 1914 fue el mes y el año en que amaneció el siglo XX. Para Europa y el mundo. El Emperador de Austria-Hungría, el decrépito Francisco José, languidecía en su tambaleante trono, cuando el Archiduque Francisco Fernando cayó abatido a balazos en Sarajevo por un nacionalista serbio. Se desencadenó así, por los juegos de las alianzas y las pugnas de los imperios coloniales de Europa, "las tempestades de acero", según el título de la novela del gran escritor germano Ernst Jünger. La horrenda carnicería en las trincheras de Flandes, Camino de Damas, Verdún y el Somme produjeron la masacre de las juventudes y más muertos, proporcionalmente hablando, que en todas las batallas de guerras anteriores. El ser humano había descubierto, casi sin asombro, la capacidad que almacenaba para hacerse daño a sí mismo. La insania ya llegaría, avanzando ése oscuro siglo XX, a alcanzar magnitudes increíbles. Ocurren las conquistas coloniales, la sujeción y salvaje explotación de África, Asia y América Latina, los totalitarismos nazi-fascistas y estalinista del período de la entreguerras (1920-1939) la guerra de España, los universos concentracionarios, y la nueva hecatombe con el estallido sobre el Japón, de un par de bombas nucleares Hiroshima y Nagasaki, en el verano de 1945. ¿Qué más le quedaría al hombre por ver y sufrir? Epidemias y plagas y virus de naturaleza insospechada. Destrucción del ambiente. Mayor explotación del hombre por el hombre. Pueblos, como el judío, ayer con numerosas de sus gentes achicharradas en los hornos de la muerte de Auschwitz, Buchenwald, Treblinka y Dachau, inexplicablemente tratando en una forma brutal, próxima al aniquilamiento al pueblo palestino en Gaza. Por lo visto, nada hubimos de asimilar del siglo XX. Nos hallamos en el umbral de nuevas y masivas catástrofes.

2/ Por aquí igual nos encontramos en circunstancias que afectan nuestro modo de vida. Nuestra seguridad e integridad. La economía doméstica resquebrajada por la especulación egoísta sin que se apliquen medidas correctivas y sufran las sanciones quienes sangran al pueblo. Y no hablemos de la falta de solidaridad colectiva. Del abandono de los principios más elementales de atención a los más débiles. Todo es afán de lucro usura, codicia, ganas de infligir daño al prójimo. Allí están las colas, por ejemplo que se forman en Makro, donde se lesionan los derechos de los ciudadanos corrientes en provecho de pseudo-comerciantes inescrupulosos que sobornan y violentan el orden normal de las filas. Allí está el aumento de los pasajes de ferris Margarita-Tierra Firme. Está asimismo el tráfico corrupto, debido a la escasez y carestía, con los insumos y equipos para el sector automotriz. Está, por último, el caos del transporte público en todas las rutas e itinerarios en la isla de Margarita. Nos hallamos, también aquí, en el umbral de nuevas y duras catástrofes. ¿Creerán de verdad ustedes que son inconexas estas notas para el fin de julio del 14? ¿Acaso no guardan todas ellas íntima relación con nuestra vida diaria?