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García Márquez
Lo conocí en 1972 cuando vino a Caracas a recibir el Premio Rómulo Gallegos, cuyo montante en bolívares lo entregó todo al MAS, que estaba nuevo en la política venezolana, para que sacara un diario. Ese periódico fue Punto, que me correspondió dirigir en su primera etapa. Y fue en 2008 cuando lo vi por última vez, fue en Monterrey, México, en un seminario de periodismo.
Eleazar Díaz Rangel

Foto: ARCHIVO

Guarimbas… son de la clase media, en todas partes... / Foto: ARCHIVO

21 Abr, 2014 | La primera vez que me acerqué a Gabriel García Márquez fue en agosto de 1967 cuando leí su tan laureada y vendida novela "Cien años de soledad"; la primera edición en junio se había agotado en pocas semanas, y seguidamente, en el mismo mes de junio, imprimieron, también en Buenos Aires, la segunda, que llegó a Caracas un mes más tarde, y la compré en la librería Pensamiento Vivo. Y la última vez que lo leí fue hace un mes; el tacarigüeño Roberto Malaver me había regalado "Yo no vengo a decir un discurso", un libro que recopila sus discursos, desde uno muy breve que pronunció en 1944 cuando se graduaron de bachiller en Zipaquirá, hasta el que leyó en marzo de 2007, en Cartagena, en un acto donde se celebraban los 50 años de la edición primigenia de "Cien años de soledad", con una edición de las Academias de la Lengua Española de un millón de ejemplares. Por supuesto, incluye el que pronunció, vestido de liquiliqui, en Estocolmo, cuando obtuvo el Nobel de Literatura en 1982.

Y lo conocí en 1972 cuando vino a Caracas a recibir el Premio Rómulo Gallegos, cuyo montante en bolívares lo entregó todo al MAS, que estaba nuevo en la política venezolana, para que sacara un diario. Ese periódico fue "Punto", que me correspondió dirigir en su primera etapa. Y fue en 2008 cuando lo vi por última vez, fue en Monterrey, México, en un seminario de periodismo.

Entonces me dedicó el ejemplar de "Cien años de soledad" que conservaba entonces desde hacía 31 años, y escribió en tinta roja, "Para Eleazar Días (con s) Rangel con el cariño del amigo, GGM". Esa vez le pedí una breve declaración, y después de vacilar, me dijo, "Mejor es no, no sé cómo lo van a interpretar allá".

Ahora, con su muerte, ha sido oportunidad para releer el famoso texto que comienza "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo…".
Como seguramente, estarán haciendo algunos de ustedes.

Guarimbas sin cerros y cerros sin guarimbas

Hace poco, una mañana de marzo, recibí a un periodista europeo, de tantos que vienen a Venezuela en momentos noticiosos, algunos de los cuales visitan a los medios para recibir testimonios y opiniones, que les ayuden a formarse una visión más completa de la situación del país para los reportajes, crónicas o artículos que deben enviar a sus países.

A una de sus preguntas, le hablé sobre las guarimbas, su composición clasista, su ubicación en Caracas y otras ciudades, siempre en sectores donde viven familias de la clase media y gobernados por alcaldes de partidos de la oposición, y sobre su eventual financiamiento, que ahora investiga el Ministerio Público.

La Dirección de Últimas Noticias, donde estábamos, se ubica en una mezzanina con unos amplios ventanales que permiten ver buena parte de La Urbina, con sus cerros poblados de barrios y edificaciones industriales, y mostrándolos, me preguntó, ¿y ahí no hay guarimbas?

Le expliqué. En esos barrios no existen guarimbas, y pese a los esfuerzos que han hecho, no pudieron atraer a sus jóvenes para que se incorporen. No entendía que siendo unas formas de protesta por el desabastecimiento, el hambre, las malas condiciones de vida, etc., tal como informan los medios del exterior, y como es la imagen que de Venezuela existe en la mayoría de la gente de esos países, los más pobres de Caracas estuviesen al margen de esas protestas y no participaran en los actos de violencia.

Le dije que es cierto que hay desabastecimiento, que creo que es el primer problema del país, que deben hacer largas colas para tener acceso a muchos alimentos y productos de primera necesidad, pero tienen cómo comprarlos; el problema es conseguirlos, dificultad que no es exclusiva en los barrios, también se hace presente en los diversos niveles de clase media para adquirir ciertos rubros.

Le informé lo que sucedió en Caracas a finales de febrero de 1989. Un día por la mañana, en una población vecina, Guarenas, la gente comenzó a protestar violentamente cuando supo que habían subido el precio de los boletos para trasladarse a la capital. Al poco rato, la protesta se había extendido, con mayor ferocidad, y comenzaron los saqueos a los comercios. Miles de personas, inicialmente de los barrios, después, con gente de otras clases, salían de abastos y centros comerciales cargados de todo lo que encontraban. Eso se prolongó tres días. Las fuerzas policiales y la Guardia Nacional no pudieron detenerlo, y hubo escenas donde la Policía ponía el orden para que ¡los saqueos se desarrollaran ordenadamente! El Gobierno sacó al Ejército a contenerlos. Al final, informó de unos 500 muertos, aunque otras estimaciones los elevan a miles.

Hay una gran diferencia: entonces, los negocios estaban bien abastecidos, pero la gente pobre, casi la mitad de la población, no tenía para comprar. Hoy, tienen como hacerlo, pero le cuesta conseguir lo que busca. El colega quedó sorprendido.

La explicación se consigue en algunas estadísticas. Por ejemplo, los ingresos totales promedio mensual eran en 2011 de Bs 4.282 por familia; un año más tarde, en 2012, habían subido a 6.252 bolívares, y el año pasado, al 31-12-2013 estaban en Bs 8.514. Como ven, en apenas dos años, se duplicaron.

Es oportuno ofrecerles a ustedes otros numeritos, aficionados como somos al beisbol.
Veamos primero la matrícula universitaria, toda vez que se ha intentado hacer aparecer al "movimiento estudiantil" como vanguardia de las protestas. En el año 2000 había 862.862 estudiantes en las universidades, en 2005 eran 1.526.625 y el año pasado: 2.629.312. En cuanto a la inversión social, la línea ha sido igualmente ascendente: de 11.457 millones 923 bolívares en 2005, dio un salto a 134.413 millones 788 el año pasado, para un total de más de 600.000 millones. En salud se pasó de casi ocho mil millones en el mismo 2005 a 88.000 millones 867.301 en 2013. Aunque esta es un área que todavía presenta fallas.

Porque ha habido una mejor atención a los pobres, con una inversión social cuantiosa, y hoy, incluidos los ancianos, viven mejor que hace diez o quince años, se explica que los barrios no hayan bajado a sumarse a las protestas de la clase media. Ni a las pacíficas de un sector mayoritario en la oposición, menos a las violentas.

No sé, finalmente, qué escribió para su periódico.

El cardenal Urosa bendijo el Proyecto de Ley de Amnistía. No sé por qué lo hizo con una causa perdida, pues ambas partes en el diálogo convinieron en buscar otros mecanismos que permitan resolver la situación de algunos de los políticos presos por diversas causas… El excampeón welter Timothy Bradley, cuando bajó del ring, lo reconoció: "El Manny (Pacquiao) peleó con el corazón, he perdido con uno de los mejores boxeadores del mundo". Pelearía con el corazón, pero le pegó con sus puños… Muy buena debió ser la temporada de Semana Santa que apenas terminó ayer, con los hoteles llenos, y muchos debieron acompañar al Santo Sepulcro en La Asunción… La prensa humorística venezolana tiene una buena lista de periódicos de calidad, que enfrentaron dictaduras y gobiernos represivos de la IV. Podríamos citar a "Fantoches", de Leoncio Martínez; "El Morrocoy Azul", "Dominguito" y "La Pava Macha". La historia y contenido de este último acaban de ser recuperados en una edición de la Alcaldía de Caracas de la tesis de grado de Roberto Malaver, "El humor en La Pava Macha". Quienes fueron sus lectores, desde 1962, tiene ahora ocasión para celebrar esos años, y quienes no la conocieron, esta es su oportunidad. Y antes de que me lo recuerden, aquí en Margarita también hubo uno llamado "Mandinga", de Augusto Hernández.




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