16 Abr, 2014 | Si algo hay que reconocer a la Revolución Bolivariana es su lucha contra la pobreza. La meta para el 2019 es hambre cero. Si de cifras se trata, los hogares de extrema pobreza eran de 13% en el año 2002 y de 5,5% en 2013. En general, se ha bajado de 41% a 19% la pobreza. El esfuerzo ha sido inmenso, reconocido además por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, cuyo representante para América Latina, Raúl Benítez, recientemente afirmó: “Los esfuerzos de Venezuela para erradicar el hambre son admirables”.

De hecho esta misma organización entregó un reconocimiento a Nicolás Maduro, en Italia, por su lucha contra el hambre y la pobreza extrema. Por eso, cuando escuchamos a un representante de la oposición expresar en la mesa de diálogo que “nunca hubo tanta hambre como ahora”. Uno se asombra. Con razón hay escepticismo ante los resultados.

Ojalá nos equivoquemos. Pero esta gente no reconoce nada. En relación con el fenómeno del hambre, en su reciente visita, el representante de la FAO reveló que es la falta de sensibilidad social y la mala administración, la causa de la visión egoísta y otras perlas similares, las que permiten el desperdicio de un tercio de los alimentos que se producen, con lo cual se podría solucionar una gran parte del hambre que padece el mundo. Nada menos que la asombrosa cifra de 800 millones de personas. Ese es un motivo de gran preocupación. Precisamente los países que se dicen desarrollados, los cuales pretenden darnos lecciones de democracia y de derechos humanos, son los protagonistas que cultivan los antivalores del egoísmo, la deshumanización y el materialismo.

Ellos han llenado al Planeta de miserias. Por eso, se impone una gran campaña a nivel mundial para que se tome conciencia y se busquen las soluciones. Sin olvidar que el ser humano es una integralidad, cuerpo, alma y espíritu, que cuando están bien cultivados son la fuente más importante de la solución. Buscar a Dios y dejar atrás la falsa tesis del superhombre, que todo lo puede, cuyo fracaso es evidente, resulta indispensable.