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“El hombre increíble”
Esos niños están en condiciones de comprender que si el ser hombre dependiese únicamente de la estatura y de los músculos, Simón Bolívar no sería hoy el Libertador de seis Repúblicas.
Juan José Bocaranda E

20 Mar, 2014 | “¡Otra vez el pendejote de Hulk!” –suele gritar el nieto de un amigo nuestro, de seis años de edad, cada vez que ve aparecer en la pantalla del televisor al “hombre increíble”. Y es que, aprovechado la viveza mental de los niños de ahora, el abuelo ha venido orientándolo para que comprenda que la hombría no radica ni en la estatura, ni en los músculos, ni en la fuerza, ni en la capacidad para la violencia, sino en la suma de otros varios aspectos fundamentales que deben complementarse los unos a los otros, y, entre los cuales deben destacar los valores morales y espirituales.

Esos niños están en condiciones de comprender que si el ser hombre dependiese únicamente de la estatura y de los músculos, Simón Bolívar no sería hoy el Libertador de seis Repúblicas, pues para sacudirlas del yugo español no hubiesen sido suficientes cinco millones de forzudos, increíbles o no, ya que se requería valor espiritual, virtudes y convicción moral, inteligencia, voluntad, constancia, abnegación, amor a la patria, entrega, y un conjunto de cualidades que no suelen ser, precisamente, del interés de ningún Hulk, nacional o extranjero.

“Tal como van las cosas –nos dice el abuelo, sumamente preocupado- el futuro de la humanidad se presenta por demás incierto, ya que ni siquiera se ha comenzado por precisar, ponderar ni otorgar importancia al concepto cabal del ser humano. Antes por el contrario, el 95% de los programas de televisión, consagrados a la estupidización general, a la exacerbación de la sexualidad, a la prédica de la violencia, a la ensalzamiento de la superficialidad, al incentivo de los contravalores, está generando seres monstruosos que gobernarán los países dentro de pocos años”.

Y, a propósito de esto, el abuelo nos refiere que hace varias décadas conoció a un joven gerente de una empresa ubicada en Caracas, quien, mirándose detenidamente el anverso de la mano izquierda, comentó que solo se consideraría “hombre” a partir del momento en que pudiera ostentar en el dedo anular un anillo de oro, coronado por un inmenso rubí. “El muy cretino ni siquiera comprendió la carga de ironía en mis palabras cuando le manifesté que era digno de admiración porque abrigaba los más elevados ideales que se puedan concebir en el planeta. Formidable ejemplo de mediocridad y estupidez”.

Si hoy, en el seno del nuevo milenio que presume de sabio, se llegase realizar una encuesta dirigida a establecer cuál es el concepto promedio del ser “hombre”, algunos responderían: quien logre formar una familia en una posición económica estable, y punto, sin ninguna otra consideración; otros: quien logre obtener con honores, determinado título universitario; aquel: quien tenga un hijo, plante un árbol y escriba un libro; el otro: el que conquiste el título de campeón en fisioculturismo, exhibiendo una musculatura asombrosa. Muy pocos tendrían claridad ni interés por el “hombre integral”, optando por los enfoques incompletos, incoherentes y distorsionados del concepto de “hombre”. Ello explica por qué el mundo va cada vez peor y cómo el ser humano va dejando de serlo hasta que se animalice por completo.

Si la definición plena, cabal, de “hombre” es la de un ser bio-psico-socio-cultural-ético-moral y espiritual, está muy, pero muy lejos de llenar esta amplitud, quien solo preste atención al estiramiento de la estatura y al desarrollo de los músculos.

En la práctica, no se está educando a los niños, realmente, conforme a una idea de plenitud. No abundan los padres que, en contra de pensamientos, deseos, aspiraciones y actitudes que expresan la más lamentable mediocridad, se preocupen por orientar a los hijos de la mejor manera, hacia el logro del auténtico concepto de “hombre”. Desde muy pequeños se les va inculcando que deben estudiar para ser profesionales, casarse, tener bienes y vivir felices, sin ninguna otra consideración. La televisión, en toda una serie de programas estupidizantes, arrastra en el mismo sentido: ser hombres musculosos, violentos e impositivos como “los héroes verdaderos”… “Heroísmo” y consideraciones por maltratar y destruir…




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