25 Ene, 2014 | El pueblo venezolano es indiscutiblemente un aficionado de la pelota. Tenemos más de un siglo practicando este aglutinador deporte de las multitudes. Cuánta diversión nos ha dado el beisbol con sus equipos profesionales y amateur.

Desde muy niños nuestros jugadores se entregan a su práctica, dándonos el prestigio internacional de contar con extraordinarios atletas que siempre han representado dignamente al gentilicio nacional. Muchos son los record que ostentan esos meritorios peloteros que se avalan del sentir humilde y sincero de la fanaticada.

Consciente de esta realidad, el Estado venezolano y la iniciativa privada han contribuido en su expansión y consolidación. Más allá de cualquier interpretación ideológica y crematística, las empresas Polar con su poderío mediático invierte sumas fabulosas en publicidad y propaganda para promover sus productos y bebidas.

No hay Stadium en el territorio patrio que no tenga un emblema de la compañía en cuestión. Si alguien ha recibido pecuniariamente en sumo, el retorno de lo invertido en esta disciplina y sus legendarias estrellas ha sido la firma presidida por Lorenzo Mendoza. Honestamente no creo que este millonario empresario sea pichirre o mal gerente para haber permitido que su emblemático comercio haya otorgado este miserable trofeo a nuestro samuray del beisbol.

La Polar se ufana que todos sus procesos gerenciales son de la más alta vanguardia técnica y operativa. Entonces, qué paso con el nativo de Caripito Alex Cabrera, primer triple coronado y Jugador Más Valioso de la LVBP en la temporada 2013, recibiera esta malograda distinción que le hizo la Polar.

Estoy seguro que si el señor Mendoza hubiese visto el mamarracho entregado, no lo hubiese permitido; en virtud a no juzgar, percibo que él sabe en su sentido comercial del gran significado que tienen los grandes peloteros para el pueblo venezolano. ¿Dónde estuvo la falla? ¿Cuántos han escondido su protesta? Me permito conjeturar que existe una enclenque gerencia en el sector de los eventos y promoción, y toda una caterva de ejecutivos que ni idea tienen del significado profundo de este deporte en el imaginario colectivo del heroico pueblo de Venezuela.

Es el mal irreparable que aqueja a esos funcionarios tecnócratas que abundan en nuestras empresas privadas y públicas. Nuestro Ministro del Deporte puede enmendar este craso error, al reconocer nuevamente a Alex Cabrera y todos aquellos atletas que tienen en mérito su justo reconocimiento; igualmente la reflexión de impulsar una eficiente gerencia de calidad para este importante sector de la vida nacional. La película Papita, Maní, Tostón es una radiografía muy hermosa y valiosa de ello. Venceremos.