Porlamar
29 de abril de 2024





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Gracias por su tolerancia
El desánimo con el que había entrado al establecimiento, se me transformó en coraje.
Dalal El Laden ladendalal@hotmail.com Facebook: Vereda anónima

11 Ene, 2014 | ¡Esto es insólito! Aunque, si a su servidora le sucedió, supongo que a más de uno también le habrá pasado. Ayer salí del trabajo, fue un día largo y sólo deseaba el momento de llegar a casa. Antes, tuve que ir al supermercado; para hacer las compras lo más rápido posible, tomé una cesta, busqué lo que necesitaba (¡con decirles que no encontré –además de todos los productos que los venezolanos sabemos que no hay- lechuga, leche condensada, malta ni mayonesa!) y terminé comprando no más de diez artículos.

Cuando estaba por acercarme a la caja, para hacer la cola para pagar, recordé los tomates. Dejé la cesta -ya algo pesada por los refrescos y la botella de vino- reposando en una esquina, donde no le estorbaba a nadie. Regresé en menos de un minuto -¡literalmente!- por mis cosas, ¡llevándome la gran sorpresa de que ya no estaban! Busqué y busqué la cesta, y nada. El desánimo con el que había entrado al establecimiento, se me transformó en coraje. Le pregunté a una de las trabajadoras si había visto a alguien recogiendo mi cesta; con una gran sonrisa, me respondió que los muchachos se las van llevando para regresar todo a su lugar.

El mal humor me acompañó a recorrer pasillos; detuve mis pasos al ver un carrito lleno de cosas, entre las que reconocí mi botella de vino:

-¡Aquí estás! -exclamé, la cargué y casi le di un beso.

Uno de esos muchachos, se me quedó viendo y aproveché para preguntarle si sabía quién había recogido mi cesta, quejándome diciendo que cómo era posible que me la hayan quitado si no tardé ni un minuto en buscar los tomates, que así le hacen perder tiempo a los clientes. Afortunadamente, no tuve que buscar más, ya que en el carrito también encontré la pasta de tomate, el queso y los refrescos.

El joven no dejaba de ver mis manos aún abrazando la botella, mientras me explicaba -algo tímido- que no era mi caso, pero que así se han perdido muchos helados, y que por eso van recogiendo todo. Le dije que entendía, pero que lo que me sorprendió fue la rapidez con la que se la llevaron, pidiéndole que le hiciera el comentario a sus compañeros y dándole las gracias.

Desde hoy, para prevenir, no vuelvo a despegarme de la cesta ni del carrito ni por un segundo, mucho menos si llegara a encontrar papel higiénico, servilletas, harina Pan, leche, arroz y un largo etcétera, porque ésos sí, seguramente, jamás los podría recuperar.




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