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David Guerra: Los pueblos se edifican sobre el pasado de los hombres
El tacarigüero David Guerra "Daraguemo" está feliz con los preparativos para presentar el 27 su libro "San Sebastián de Tacarigua (pueblo, personas y algo más)". Dijo que rescata del olvido a personajes que no tienen quien le escriba.
Yanet Escalona

Foto: CHRISTIAN ZERPA

David Guerra presenta su libro. / Foto: CHRISTIAN ZERPA

22 Dic, 2013 | David Guerra "Daraguemo" escribe el libro "San Sebastián de Tacarigua (pueblo, personas y algo más)", a presentarse el 27 de este mes, tanto para extraer episodios de la memoria colectiva, como vaciar los recuerdos e imágenes que alberga desde su infancia y que trascienden.

El primer intento lo hizo en los años 90, con un folleto multigrafiado. Un amigo entrañable y fotógrafo, Aníbal Bastardo, ya desaparecido y a quien ahora dedica el texto completado, lo motivó a seguir recopilando la historia de tantos personajes que marcaron el transitar del pueblo.

Un día decidió publicar, sin saber todos los tropiezos que tendría en el camino, lo cual le hace afirmar que actualmente en Venezuela "resulta más fácil escribir un libro que publicarlo".

Gracias al Comité de Desarrollo Cultural (CDC) Pablo Romero Millán y el Fondo Editorial Tacarigua, fue posible alcanzar esa meta y se siente feliz. En especial, dirige su agradecimiento a personas tan colaboradoras como José Joaquín Salazar Velásquez, hijo de José Joaquín Salazar Franco “Cheguaco” y a Domingo Carrasquero, quienes lo hacen posible.

"Con este modesto trabajo no pretendo proyectarme (...) Solo quiero intentar rescatar del ignominioso olvido a unos personajes de 'carne y hueso', hombres y mujeres de nuestro pueblo tacarigüero que -parafraseando al 'Gabo'- no tienen quien le escriba".

Afirmó que recuerda con cariño a Roseliana "Cunca", a Eloísa "La Pescadera", a "Mamá Fina", A Pablo "La Vieja", a Jóvito "El Sobador", a Agustín "La Mocha", a Francisco "Cachipero", a Antonia "Toña Marcano", a Popo "El Loco", a Carlos Lista "El Carpintero", a Cirilo Marcano, "Cayiyo" el de "Guachón", a "Pedro Negro" y otros que son "base de nuestra cultura y tradición".

Concluye en que los pueblos se edifican en el pasado de sus hombres; desde allí se proyectan y crecen sobre sus sabias experiencias. "La cultura, nuestra cultura, no es la que se extrae con pinzas para conformar una cultura de 'élites'. Es un amorfo cuerpo de saberes, conocimientos, manifestaciones de diferentes génesis y géneros que conforman la vida y cotidianidad de los pueblos y en la que el mayor aporte lo dan los personajes auténticos, sencillos y ‘antiparabólicos".

Pastores de nubes

Agrega a su trabajo 20 espinelas (décimas) y en cada una refleja aspectos relacionados con esas vivencias y reminiscencias, como la que narra cuando junto a otros muchachos de la época corrían hacia lo que llamaban la Loma de Antonina, cual pastores de nubes.

Subían ese cerro donde de frente veían el correr de las nubes, y en la medida en que estas pasaban, competían para ver quién adivinaba más rápido las formas: un caballo, un pez... las figuras se sucedían. El juego consistía en identificarlas con rapidez y precisión.

En el libro escribe: "Al salir de la escuela de doble turno, íbamos de prisa a nuestros hogares, cenábamos y esperábamos La Oración, que desde el campanario de la iglesia se indicaba con seis lánguidos tañidos. La cita estaba establecida para encontrarnos en la Loma de Antonina. Allí ejercitábamos nuestras párvulas imaginaciones pastoreando nubes (...) Las raudas nubes se sucedían en mustios colores y variadas formas que retaban la imaginación de aquel grupo que quería detenerlas con su mirada y retratarlas en la memoria para gritar las imágenes que percibían. Veíamos caballos, ballenas, osos, árboles, hombres y mujeres, carros, vírgenes, aves inmensas, culebras, perros, reyes y toda una gama de figuras (...). La noche se hacía presente y llegaba la hora del retorno, hasta las nubes se iban perdiendo en un pozo de sombras. Contabilizábamos para determinar quién acertó más y conveníamos a la otra tarde del siguiente día".

Motivado como está Guerra, ya piensa incluso en sacar a la luz otro libro que se gesta con líneas precisas y frente al cual quisiera ser lo más objetivo posible, dentro de la paradójica subjetividad. Eso obedece a que trata de recopilar la límpida y emotiva hoja de vida de su padre, el músico tacarigüero Cecilio "Chilo" Guerra, reconocido por su versatilidad y don.

Nada más al hablar de este sabio personaje, tan importante en su vida y del resto de su familia, a su hijo los ojos se le "aguarapan", sobre todo por la proeza de Chilo de mantener una Escuela de Música tan franca y transmisora de saberes y educar, sin hora ni fecha en el calendario.

Perfil

David Rafael Guerra Morao nació en San Sebastián de Tacarigua, municipio Gómez, el 24 de febrero de 1951, hijo de Cecilio "Chilo" Guerra, quien fue extraordinario músico y formador de muchas generaciones, y de Juana Morao de Guerra, dedicada a los oficios del hogar.

Estudió la primaria en los grupos escolares Cruz Millán García y Napoleón Narváez de su pueblo natal; la secundaria en el liceo "Dr. Francisco Antonio Rísquez" de La Asunción y la superior en la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela (UCV), de donde es profesor jubilado tras años de servicio docente. Ejerció también en la Universidad de Los Andes (ULA) y como coordinador del Núcleo Universitario Rafael Rangel.




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