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20 de abril de 2024





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Juan Griego en un fragmento
A pesar de los cambios en la fachada y paisaje urbanístico, en la actividad económica y en la modificación de La Salina y Los Canales, Juan Griego seguirá siendo el pueblo que nació para tener un romance eterno con su bahía y crepúsculo.
Oswaldo Salazar León / osaleon@gmail.com

8 Jun, 2021 | Esta Ciudad Crepuscular, como se le conoce, encierra cual caleidoscopio, gran variedad de ambientes que atraen y deslumbran por sus sorprendentes bellezas. Cuando las embarcaciones cruzan su bahía, distanciándose para faenar o acercándose al término de cada jornada, se configura la más esplendorosa primavera marina, multicolor, móvil y armónica. O, cuando al comienzo de cada año, la feligresía y los pescadores hacen el paseo de San Juan Evangelista, patrono, en sus aguas, la bahía se torna colores incomparables.

Está dotada, por bondad de la naturaleza, de paisajes seductores y atractivos, con tonalidades inventadas a cada instante para ofrecerse a nuestros ojos. Amoríos entre cielo, nubes y celajes con el mar, que hurta el colorido para navegarlo en la superficie de sus olas adormecidas hasta las arenas, cuando declina la tarde. Decae el sol, diciéndole adiós a la bahía, y se prende el crepúsculo.

Las cortinas celestiales se despliegan, permitiendo apreciar las luces titilantes que ahora la luna marinera e insular engalana. Los embrujos nocturnales son cómplices en susurros y silencios del alma que se recrean con estos paisajes, únicos en el mundo. Juan Griego fascina cuando anochece por ese cortejo de luminarias que dan continuidad al paisaje, que no cesa de maravillar.

La alborada, anunciándose, disipa las blanquecinas nubes. La bruma, reposada y perezosa de la madrugada, levanta vuelo cuando comienza a clarear. Se va el descanso y renace el movimiento. Los pájaros cruzan en bandadas los aires y sus trinos alegran al ambiente. Los verdes de los árboles se transforman en típicas salas de conciertos.

Las aves marineras siluetean la superficie y danzan con las primeras zambulllidas. Otras otean al pez desde arriba con maestría y, las más, se discuten espacios en las bordas de peñeros y lanchas por las presas fáciles que el pescador desecha. Extienden las alas secando sus humedades y abarcando la esperanza del prodigio que la riqueza del medio le ofrece en sustento.

Los ambientes, matinal, vesperal, crepuscular y nocturnal son savias que dan vida a Juan Griego. En él, la actividad en el puerto, a la orilla de la playa, es fundamental porque allí está el calor de su gente vinculada a la pesca.

La estrecha franja de arena se transforma bulliciosa: el artesano diestro y artista en el corte, escamado y fileteado de los frutos del mar que bajan de los peñeros, satisface los caprichos del comprador tempranero. El chiste, la broma, el café humeante y el roncito dan calor a los dedos y al estómago. Huele a sal, se respira sol y vida y aparecen las primeras gotas en los torsos, pegados por herencia a la pesquería.

En la carpintería de ribera, se suelta la fragancia que despide la fresca madera cuando toma forma de quilla o cuaderna por la dedicación de afanadas manos. Abundan cuentos, aventuras o hazañas que se relatan en el ambiente según

venga el ánimo. Las exquisitas empanadas de cazón o raya, se saborean en el improvisado desayuno típico y callejero.

La arena, desde la boca de la Laguna del Mártires, hasta el puente de Las Piedras y la cercana paralela, fue el espacio tradicional de las actividades propias de este pueblo de mar. Los muelles para el amarre, despedidas y bienvenidas, la Prefectura y la Oficina Recaudadora. El pretil para vender flores, arepas y haces de leña. Los bares Crepúsculo y Aurora. La Casilla para saborear el café y la potoquita. El faro vigía[1] del navegante. El mercado de La Mata. La Aduana en las cercanías de la intersección de La Marina con Guevara. La Consignación. El Pilón. La Capitanía.

Ahí, comerciante, marinero y pescador[2] conciliaban precios y compra y venta de mercancías, encargos para el cabotaje y tráfico de Juan Griego con La Guaira, Puerto La Cruz, Cumaná, los Golfos de Sucre, Carúpano, los Caños Deltanos y Tucupita. Cálido espacio, que abarca mayormente, la calle La Marina, incluyendo el anteriormente llamado Sitio de Arismendi. Este hoy en día se nos presenta totalmente diferente a la de aquél entonces que encierra la memoria histórica.

A pesar de los cambios en la fachada y paisaje urbanístico, en la actividad económica y en la modificación de La Salina y Los Canales, Juan Griego seguirá siendo el pueblo que nació para tener un romance eterno con su bahía y crepúsculo, aunque algunos servicios hayan migrado a otras partes de la Isla y otrora espacios, destinado al solaz y la distracción, fueran desapareciendo con el tiempo.

Los hijos de este pueblo defendieron a la Patria Grande, su arrojo y valentía quedaron para la memoria histórica: desde el sacrificio en la Laguna de Los Mártires hasta en las reuniones de patriotas en la época de la Independencia. Éstas se realizaban por los lados de La Marina y La Aurora, muy cerca del lugar donde se erigen, actualmente, la estatua de Arismendi, en honor al prócer asuntino y el busto de Luisa Cáceres, su esposa, heroína y también prócer.

Referencias: [1] Francisco Lárez Granado, cronista.

[2] Luís Marcano Marín, margariteño, jubilado petrolero y Capitán de la Balandra La Aldea. Evocación desde Tejalmar, Juan Griego.

Cancún, México 7 de junio de 2021




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