Porlamar
28 de marzo de 2024





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La peste que nos acorrala día a día
El periodista Juancho Marcano, en vista de que el sol era un ejército que disparaba sus balas mustias a las plantas, regaba los helechos y las calas
Emigdio Malaver G. / emalaverg@gmail.com /@Malavermillo

8 Abr, 2021 | El perro Pipo caminaba de un lado a otro en el garaje. Los gatos Rocky y Rockyta, como siempre, correteaban y jugaban tranquilamente, sin sospechar lo que pasaba en el mundo. Unas abejas parecían borrachas con el néctar del bar de las flores de las trinitarias. Mientras tanto una chulinga cantaba en lo alto de un datilero que ya tiene pequeños frutos.

El periodista Juancho Marcano, en vista de que el sol era un ejército que disparaba sus balas mustias a las plantas, regaba los helechos y las calas, con el fin de refrescarlas un poco y evitar que el astro rey las fusile en el paredón de la sequía.

Más allá el canto desafinado de las guacharacas, más que un canto era un lamento, porque los árboles frutales no le ofrecen manjares para sus deleites. Mientras tanto cuatros potocos buscan como calmar la sed en un envase de agua que está puesto en el jardín, con el fin de regar las orquídeas y más ahora que viene mayo y se supone van a florecer.

El perro Pipo dejó de caminar de un lado a otro y se acercó al periodista Juancho Marcano, quien ya estaba finalizando el riego, y le preguntó:

- Juancho y ¿cómo está la peste? ¿Se ha calmado?

- Ay, Pipo, si te cuento lloras, pues cuando muchos creíamos que había la esperanza que se terminara rápido, ahora el virus se hizo más fuerte y la maldita peste nos acorrala día a día, sin que los hombres terminen de inventar el antídoto para elimanarla, y lo peor es que muchos no han entendido que la susodicha peste ahora vino más contagiosa y letal, y no se cuidan, porque no guardan las medidas que señalan las autoridades sanitarias para evitar el contagio y así evitar que crezca la enfermedad.

- Lo que pasa Juancho es que yo veo que hay mucha gente terca, comentó el can.

- Exactamente, Pipo, gente terca y porfiada, que si se murieran solos no importara, sino que una vez ellos contagiados, enferman a otros tanto a familiares como amigos.

Pipo, viendo que Juancho caminaba hacia las orquídeas para también regarlas, entendió que no tenía que quitarle más tiempo al periodista, quien a solas, dijo: “Dios mío, mete tu mano rápido y acaba de una vez con esta pandemia”.




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