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La derecha, la gasolina y nosotros
La llamada clase media quiere gasolina y se enfurece porque le molesta la cola, el bájate de la mula y que el gobierno, en medio de la pandemia, no le de preferencia al asunto del combustible.
Pedro Salima /psalima36@gmail.com

13 Ago, 2020 | No es fácil impulsar cambios revolucionarios en una sociedad que ha pasado años bajo el dominio del consumismo; con una ciudadanía nariceada por las marcas y el centro comercial. Quedarse en la consigna, en la mera lealtad, en el slogan es conformarse con dar vueltas en círculo sin encontrar la vía para romper con ese cerco inmovilizador.

A pesar de estas debilidades, nuestro pueblo chavista y aquel que no siendo parte del chavismo opta por la paz, ha resistido los embates agresivos de los gobernantes de los países que dominan la economía, de los medios de comunicación, de las grandes transformaciones y de la cúpula de la iglesia. Ese mismo pueblo chavista ha pasado por Golpes de Estado, paros, guarimbas, intentos de invasiones y otras expresiones de violencia impulsadas por la derecha que obvia la vía electoral para llegar al poder. Desde la muerte del Comandante Chávez, con la perspectiva de un Nicolás Maduro fácil de derrocar, hemos pasado por una terrible guerra económica, que en principio se tomó como una excusa de Nicolás Maduro para ocultar los tropiezos visibles del gobierno. Han venido el bloqueo financiero, el dólar paralelo, las trabas para las compras de medicinas, las sanciones del gobierno norteamericano, las deserciones de quienes arrugan, el incremento de la corrupción, en especial entre los militares. Todo en medio de desaciertos, sordera e intolerancia de parte de integrantes de la jerarquía gubernamental. También en medio de incomprensiones, sectarismos y dogmas ante medidas económicas necesarias y urgentes, pero que nada tienen que ver con el socialismo. El bloqueo naval impide la venta de nuestro petróleo, dificulta la compra de gasolina y de los insumos para su producción, dificulta la distribución del gas, torpedea la compra de los químicos para hacer el agua potable.

Y la gente molesta, inconforme, pero resistiendo. Hasta el tema de la gasolina. La gente cocina con leña, aguanta la pela del hambre, se cala los retardos del CLAP, se aprieta el cinturón ante el alto costo de la vida, sobrevive a la falta de gas doméstico, los apagones, los ciclos de agua.

Llega el tema de la gasolina, con el adicional de la pandemia. El gobierno se la juega, con la complicidad del gobierno iraní, para burlar las sanciones y la demencia imperialista. La llamada clase media quiere gasolina y se enfurece porque le molesta la cola, el bájate de la mula y que el gobierno, en medio de la pandemia, no le de preferencia al asunto del combustible. La reclamadera es alarmante porque se trata de la clase media de la extrema derecha y parte importante de la clase media rojarojita, la de los hijos de Chávez.

Yo, militante del chavismo, desobediente, indisciplinado, que no me gusta el PSUV (donde todavía no sé si militó), ausente de la consigna ¡Así es que se gobierna!, a quien Diosdado ni Tarek Al Aissami ni Delcy Rodríguez le caen bien, a quien Pedro Carreño le cae como una patada en las taparas, al que VTV le resulta un ejemplo de mala televisión, no entiendo tal quejadera del chavismo automovilístico. No me sale un gesto de apoyo a quienes le hacen el juego a la derecha porque no tienen gasolina; no soporto a los chavistas que publicitan un mensaje del hijo del Tongo Aguilera contra Dante Rivas.

Ah, aclaro, nunca me la he llevado bien con el Protector, así que ahorrense el llamarme «jalabolas de Dante».




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