6 Abr, 2020 | Mencionar el terror que ha generado esta pandemia, sería redundar. Todos ya saben lo que ocurre. Con visitar la página de la OMS estamos al tanto minuto a minuto del más mínimo detalle de esta emergencia mundial.

Cada ciudadano sabe que debe lavarse las manos, que debe resguardarse, que en estos momentos necesitamos pensar en la comunidad, y que nadie está exento de contagiarse.

Desde el más pobre, hasta reyes y eminencias religiosas tienen la enfermedad. Sí, insisto, la información está en la palma de la mano.

Los reflejos del espejo

Ahora bien, hoy abordaré el tema desde otra perspectiva. La permanencia en casa es algo que para muchos parecía un paseo, hasta que la cotidianidad empezó a hacer lo suyo. La ansiedad comenzó a jugar, también los sentimientos encontrados y un espejo muy especial se nos puso en frente.

Primer reflejo: la sombra

Sé que, aunque no lo digan, más de uno ha tenido discusiones o peleas con las personas con las que les tocó compartir cuarentena. No somos fáciles, para nada. Ahora bien, tampoco somos imposibles.

Esta situación nos ha llevado a estar frente a un reflejo del espejo de la vida al que huimos durante mucho tiempo, el reflejo de nuestras sombras.

Y sí, aunque muchos lo nieguen, la cotidianidad, el trabajo, los quehaceres fuera de casa eran distractivos que alargaban el proceso de cura de lo que estaba enfermo en nosotros.

Hoy estamos frente a una oportunidad única, la de mirarnos en verdad, y hay tiempo de sobra para encargarnos de ello. No duden en hacerlo, en sentarse a meditar y confrontar al enemigo del ego, a las dudas e inseguridades, y, ¿por qué no?, a ese ser tóxico que a veces somos.

Segundo reflejo: el débil

Este es otro reflejo que el espejo trae en estos momentos. Muchos de nosotros, en ese mismo día a día, estamos sometidos a muchos supresores que se han encargado de hacer añicos nuestra confianza y hacernos sentir débiles y pequeños.

Esta invitación particular que hace la contingencia es la de recoger a ese “yo” herido y menospreciado, y levantarlo, animarlo, y hacer que retome su poder original.

Si algo nos ha enseñado este virus es que la falta de tamaño no es sinónimo de debilidad. Yo te invito a reconocer quienes son esos seres tóxicos y a desechar todas esas malas energías que depositaron en ti y a que retomes tu poder. Basta de poner en otros tus energías, invierte en ti y en sanar todas esas heridas, hay tiempo.

Tercer reflejo: la empatía

Con esta crisis también ha salido a flote un reflejo importantísimo: la empatía. Todos, en algún momento, hemos actuado de manera egoísta respecto a las necesidades de otros.

¿Por qué?, bueno, porque simplemente asumimos como ciertas la estabilidad económica y los cargos, y el “estatus” nos jugó malas bromas junto al ego.

Si hay otra cosa por aprender claramente de este distanciamiento, eso es que nos hacemos falta, y que nuestras acciones tienen repercusión en los otros. La empatía ha tomado el sitial de honor, como nunca antes, y sale a flote en situaciones tan simples e importantes como guardar distancia, resguardarse y evitar enfermar a otros.

Saldremos victoriosos y con los reflejos mejorados

Si atendemos estos reflejos que el virus ha traído al plano, cuando todo esto pase, que pasará, seremos mejores seres. Todo se habrá depurado y podremos ser más productivos y felices, y daremos lo mejor de nosotros a la construcción de la sociedad.

No dejes que esta oportunidad de sanar y limpiarte pase sin haberla aprovechado. No estamos en cuarentena, estamos en la escuela de la sanación de “yo”, así que a curarnos, el nuevo mundo nos espera.