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25 de abril de 2024





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Venezuela en blanco y negro
Es comprobar de primera mano que es cierto que hay tantísima gente que no se rinde, que no se va y que desde ya son parte de la columna vertebral de la reconstrucción del país.
Carolina Jaimes Branger /@cjaimesb

20 Ene, 2020 | Cada vez que puedo, asisto a la procesión de la Divina Pastora. Me encanta llenarme de la energía positiva que se palpa caminando entre tantos devotos que vienen desde todas partes de Venezuela a pagar promesas y con la fe – ese maravilloso don- de que sus peticiones van a ser escuchadas. Es también el momento de visitar amigos entrañables, de compartir deliciosas comidas, tenidas musicales hasta la madrugada y de sentirme venezolana hasta la médula. Es comprobar de primera mano que es cierto que hay tantísima gente que no se rinde, que no se va y que desde ya son parte de la columna vertebral de la reconstrucción del país.

Sentí que este año había más personas que nunca, a pesar de que me consta que muchos desistieron de ir por la escasez de gasolina. No fue un milagro de la Virgen, pero en Barquisimeto hubo luz y gasolina por 48 horas, lo suficiente para que los peregrinos de otras partes del país (especialmente los caraqueños) nos sintiéramos con la sensación de que las cosas “no estaban tan mal”, como si no supieran que aquí ya no engañan a nadie. Muchas alcabalas en el camino, entre ellas una de la FAES, aterrorizantes con sus armas largas y pasamontañas, no ofrecían seguridad porque en general estaban apostadas en lugares poco convenientes como curvas, o cerrando dos canales de la autopista de improviso, cosa que me hizo recordar la lapidaria frase de Henry Ramos Allup “de inteligencia no se van a morir”.

Un enorme número de militares de distintas partes del país se hicieron presentes para asistir a su propio sarao, pues nadie del régimen se atreve a caminar en la procesión como sí lo hizo el presidente Juan Guaidó, lo hace desde hace años María Corina Machado y lo hizo Monseñor Víctor Hugo Basabe, quien por cierto ofreció una homilía memorable por sus denuncias contundentes y valientes.

Al regreso, nos detuvimos en una estación de servicio en la autopista Puerto Cabello-Valencia donde había dos billetes nuevos de cien bolívares tirados como basura en una alcantarilla: una muestra más de la escalofriante devaluación que ha sufrido nuestra moneda. De manera que en dos días vimos lo mejor y lo peor del país. Lo que debe irse y lo que debe permanecer. Lo que amamos y lo que detestamos. Ojalá la Virgen este año sí nos haga el milagro.




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