Dulce sabor y rico olor que perfuma el campo. / Foto: ARCADIO MILLAN

15 Dic, 2019 | A sus 70 años, el agricultor Manuel Quijada sigue atendiendo sus terrenos en el sector Cabo Negro, Antolín del Campo, donde cultiva patilla, melón y auyama, que además de servirle para la venta también los usa para el consumo familiar.

Aunque la producción no siempre es buena, como ocurrió en este diciembre, él no deja de ser constante y de confiar en que sus tierras algún día volverán a ser tan provechosas como en otros tiempos, cuando había materiales e insumos para trabajar.

Mientras tanto recoge la cosecha de patilla y melón, que hasta ahora le ha generado unos 1.100 kilos de frutos. “La mayoría de la siembra se perdió, creo que el salitre del mar quema las matas. Las patillas y los melones se quedaron pasmados y no crecieron”, cuenta Quijada.

Considera que la cercanía del terreno con la playa influye en el crecimiento de las plantas. Explica que hace años cuidaba de que las matas estuvieran protegidas con una malla especial para detener el salitre que proviene de la costa y así evitar pérdidas en las siembras, “pero sinceramente se me ha hecho difícil comprar ese material porque todo aumenta de precio a cada rato”, agregó.

Asegura que a pesar de eso, los frutos que se han salvado siguen conservando la calidad que siempre los ha caracterizado. Son dulces y extremadamente jugosos, el olor de la patilla y el melón se perciben desde que se recogen de la mata.

Quijada ofrece el kilo de patilla en Bs.S 3.000 y el de melón en Bs.S 7.000, mucho más económico que en cualquier establecimiento comercial de la isla de Margarita. Como forma de pago recibe efectivo y transferencias. Quienes estén interesados en comprar, pueden acercarse a sus terrenos, allí lo podrán conseguir a cualquier hora del día.

Por otra parte, indicó que la siembra de auyama la recoge a finales del mes de diciembre, que es cuando estima que alcance el tamaño promedio para la comercialización.

INSEGURIDAD

La producción de melón es menor que la de patilla. / Foto: ARCADIO MILLAN

Como en todas partes, no faltan los amigos de lo ajeno. El agricultor comenta que a veces se meten y le quitan los frutos de la cosecha y no solo eso, sino que le hacen desastres con las matas porque se las rompen.

Con mucho pesar, contó que para el nuevo año no tiene garantizada la siembra por falta de semillas para trabajar. Debe ingeniárselas para resolver porque la agricultura es su único sustento en más de 30 años de vida.

Los cultivos de Manuel Quijada también se han visto afectados por la aparición de la mosca blanca, un insecto que suele situarse en el envés de las hojas, zona con mayor porosidad. La mosca chupa y se alimenta de la savia de las plantas robándoles nutrientes y agua, lo que llega a debilitarlas enormemente.