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¡Si votamos, los botamos. Si no votamos, nos botan!
Llamar a no votar evidenciaría que a ese liderazgo no lo mueve el interés nacional sino el personal, el grupal, el ideológico, colocándose lejos, pero muy lejos, de la aspiración popular que quiere salir de Maduro y su gobierno por la vía electoral, la única posible.
Ángel Ciro Guerrero /angelcirog@hotmail.com

6 Nov, 2019 | Así de simple, así de sencillo, así de real y así de cierto.

Nadie entiende cómo, en mitad de la crisis más grave y peligrosa que haya tenido Venezuela en toda su historia republicana, parte del liderazgo opositor insista en adoptar, una vez más, a la abstención como muestra de rechazo al totalitarismo en que Maduro ha convertido su gobierno.

Imposible aceptar que tal decisión sea la más correcta, conveniente y política cuando, en el fondo y en la práctica, de sucederse, la abstención sería dejarle la mesa puesta al oficialismo para que se eternice en el poder.

Así ocurrirá si los del G-4 asumen que llamando a no votar, el régimen quedará debilitado. Cuestión absolutamente mentirosa que, a la postre, empujará, de todas todas, al país hacia el abismo. Y a los partidos respaldantes de lo que también podría calificarse de locura, los pondría contra la pared esperando el fusilamiento, que es decir el más soberano rechazo de la ciudadanía, que no les perdonaría tal osadía.

Llamar a no votar evidenciaría que a ese liderazgo no lo mueve el interés nacional sino el personal, el grupal, el ideológico, colocándose lejos, pero muy lejos, de la aspiración popular que quiere salir de Maduro y su gobierno por la vía electoral, la única posible.

Abstenerse es perder la oportunidad de ganar, y por paliza, a quienes insisten en implantar el comunismo en Venezuela. Maduro tiene ya un rechazo que supera 80%; rechazo que crece día a día, según todos los estudios de opinión y consulta, incluyendo los que Miraflores ordena realizar a sus asociados.

Los analistas, asimismo, afirman que a la inmensa mayoría que quiere la salida, pacífica y constitucional de Maduro, mediante el sufragio, se le uniría un altísimo porcentaje del chavismo descontento porque Maduro llevó a la quiebra no sólo al país sino a su revolución. No le perdonan que haya convertido en un desastre lo que Chávez ideó y quería fuese una verdadera revolución y no una torpe involución, que terminó destruyéndolo todo.

Es fácil entender que si votamos, ganamos. Todo está a nuestro favor. Los daños que la crisis le ocasiona al país son inmensos. De continuar Maduro en el poder, imaginémonos lo que advendría finalmente para Venezuela y los venezolanos. Definitivamente, el acabose. El descontento es gigantesco. La gente, el pueblo, quiere votar.

No pueden los del G-4 impedir, por ejemplo, que la militancia de sus partidos en esta oportunidad les haga caso. La masa sabe que si vota, gana. Está clara que, de no acudir a las urnas, los rojos, que sí serán obligados a votar, lo harán y a la hora del conteo, manual o tecnológico, serán ellos los ganadores.

La democracia perderá por culpa de quienes, se insiste, no se unieron e internamente se dejaron vencer por sus aspiraciones en detrimento de millones que pasado mañana les cobrarían muy caro su irresponsabilidad política, su gravísimo error histórico y su terrible daño social.




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