Porlamar
28 de marzo de 2024





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La maldad de los hombres no tiene límites
Pipo, escuchó callado y antes de hablar, comprobó primero que Juancho Marcano no estuviera cerca para que no oyera sus palabras, porque de repente le podían caer mal.
Emigdio Malaver G. | emalaverg@gmail.com | @Malavermillo

22 Sep, 2019 | El pequeño conuco del periodista Juancho Marcano, lucía triste, pues el látigo de la sequía lo seguía azotando, sin piedad, y las hojas de las pequeñas plantas ante el inclemente sol, al parecer se recogen entre sí para protegerse de tan ardiente canícula.

Mientras tanto el perro Pipo, en vista de que el astro Rey, lanzaba sus rayos candentes, buscó cobijo en la sombra de la mata de mango, mientras que el reportero recorría el conuco y miraba con dolor como sus matas de ají margariteño y berenjenas, estaban a punto de sucumbir ante el implacable estío que desde hacía tres años había caído en la Tacarigua de Margarita, como la propia maldición.

Ante este cuadro pintado por los colores mustios de la sequedad, la mata de mango, le manifestó a Pipo: “Sucede, amigo, que, aunque Juancho es diferente, la maldad de los hombres no tiene límites a la hora de actuar sobre la naturaleza. Por eso le pasan las cosas y no acaba de entender que debe cuidar más el medio ambiente, que al fin y al cabo es el que le da vida”.

Pipo, escuchó callado y antes de hablar, comprobó primero que Juancho Marcano no estuviera cerca para que no oyera sus palabras, porque de repente le podían caer mal. Por eso exclamó: “A veces el hombre no tiene piedad con los animales ni mucho menos con las plantas. Es cruel y despiadado. No le importa exterminar a nuestros hermanos y asesinar a varios árboles a la vez, sin importarle el tiempo y el sacrificio que le costó a dichos árboles llegar a cierto tamaño”. Es terrible, amiga, es terrible”.

“Así es, Pipo, pero aunque Juancho quiera a veces defender a ciertos hombres, no podemos ocultar su maldad y toda la tragedia que vivimos por culpa de ellos”, dijo la mata de mango, convencida de sus palabras.
La cercanía del periodista que venía cabizbajo, cortó la conversación de la mata de mango y el perro, y a éste Juancho Marcano, le hizo una seña y el canino entendió que ya era hora de regresar a casa.

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