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Sobre la RAE y sus extrañas decisiones
Para nadie es un secreto lo chocante que llegó a ser la eliminación de la tilde diacrítica en la palabra "solo" para diferenciarla de su homófono y homógrafo, así como también la de los pronombres demostrativos: "este, "estos", y el resto.
Juan Ortiz

15 May, 2019 | Desde que empecé mi carrera como estudioso del español, no he parado de asombrarme. Primero, por lo inmenso de nuestra lengua castellana; y segundo, por lo extrañas de algunas decisiones del órgano encargado de determinar cómo se habla y se escribe nuestro idioma; sí, habló de la RAE (Real Academia Española).

Para nadie es un secreto lo chocante que llegó a ser la eliminación de la tilde diacrítica en la palabra "solo" para diferenciarla de su homófono y homógrafo, así como también la de los pronombres demostrativos: "este, "estos", y el resto.

Ahora bien, si hay algo que ha causado pesar y dolores de cabeza eso ha sido que la RAE permitiera que muchos barbarismos entraran al idioma. Sí, esas palabras contra las que tanto luchamos porque desaparecieran del léxico de los niños y muchos adultos, hoy por hoy son válidas. Ya es permitido el "haiga" (el nombre de un auto viejo, no el mal uso del verbo), el "murciégalo", la "almóndiga", el "asín", el "palabro", el "aperturar", y otras tantas de las cuales, sinceramente, no quiero acordarme. Y sí, ahora entendemos bien a Cervantes, quien, de estar vivo, de seguro se colgaría.

Lo cierto es que, aunque esto parezca arbitrario y medio tomado por los pelos, la RAE está respondiendo, como cualquier institución humana, a los requerimientos de la "mayoría", algo sumamente democrático, aunque no necesariamente justo.

Sí, como lees, la RAE ha accedido a permitir estas palabras porque la gran mayoría de hispanohablantes se expresa de forma equivocada. Y si bien el hecho de que las cosas malas siempre van a ser malas, sin importar cuantas personas las hagan, al parecer eso pierde fuerza con el idioma, o, por lo menos, en el castellano y, sobre todo, ante su ente rector.

No se equivocaba Facundo Cabral al decir: "Le tengo mucho miedo a los pendejos, porque son muchos y pueden elegir un presidente". Pues, no solo eso, también deciden como se puede o se debe hablar.

No obstante, que estos barbarismos se acepten no implica que deban ser usados por quienes sí valoran y respetan su idioma; y aquí hablo de ti, de mí, y de todo aquel que comprende la importancia del lenguaje como pieza necesaria del engranaje comunicativo de una nación, de una civilización entera, la llave para el entendimiento real y la resolución de los problemas que nos incumben como especie.

Aún faltan cambios trascendentales, no sé que otro barbarismo se incluya mañana, o si la locura del lenguaje inclusivo gane terreno, no sé. Lo que si sé es que, mientras esté en mí, buscaré la mejor manera de seguir enseñando lo hermoso de nuestro idioma y cómo este no necesita más aditamentos, sino que requiere que, simplemente, lo aprendamos bien, porque tiene todo lo justo para funcionar, y más.




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