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24 de abril de 2024





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El margariteño de Paraguachoa: Fernando Cervigón
Es indispensable un corazón guaiquerí. Margariteño, hasta en la necesidad para que podamos procesar oxigenadamente las palabras sentidas y los sueños de Fernando Cervigón.
Perucho Aguirre

21 Mar, 2019 | Nace al atardecer una aldea que nos deleita el sentimiento. Hay algarabía de colores y despedidas. Al anochecer el botín de los incendios nos regala la precisión de una paraulata. Amanecer de encomiables sinfonías. Se perennizan viejas estadías y ocultos amores de anteriores lágrimas. Una espesura de limos y ramajes vienen de viaje con canciones de cuna y arrullos; musicalizando la rochela de niños que juegan a las gotas, al arcoíris de arquitectónicas rarezas en la arena. ¡Cuánto nos renace aquel lenguaje de yodo que nos viene de estancias sedentarias!

Apoteósicas. Viriles. Vociferando tintineos en el rocío de nuestras lágrimas abiertas… Parpadeos de tinieblas doradas aguando miradas y recordando la lectura de un poema de ayer… Regresamos… Al indio guaiquerí de nuestra vegetación, donde, la cagarruta y el pelo de tuna rehacen el espíritu del recuerdo, en la amorosa desgarradura de nuestros adentros. Leyendo y releyendo PARAGUACHOA –Sin querer- convocamos nuestras viejas leyendas y, las de ahora y, ahí está, en la esfera inconmensurable de una lejana canción. Perla legítima, La Margarita. Bondadosa y gentil.

Terrón guaiquerí rodeado de azules proyectando sus cuantificadas imágenes en el lienzo de las angustias y en la desesperación de las ilusiones… ¡Una música de diversión herida y un canto de fulía desasistido, me hacen llorar!...

Es indispensable un corazón guaiquerí. Margariteño, hasta en la necesidad para que podamos procesar oxigenadamente las palabras sentidas y los sueños de Fernando Cervigón. ¡Muy necesario! Tener las manos de viejo pescador en la inocencia del niño, para que podamos levantar ese mar azul, que nos rodea y palpar debajo de su inmenso y rico cortinaje… ¡Cuánto subsisten torrenteras y más torrenteras de sentimientos, nácar y arrecifes conmovedoramente bellos; gotas, legítimamente gotas y murmullos infalibles…!

Aquella sequía azul sembrada a base de sequía. ¡La misma voz, piel, manos redentoras de Fernando Cervigón! El español bueno, que, arribó una vez a Punta de Piedras y, se quedó. Para siempre. En el cuerpo, alma, en la sangre y en la vida de aquella humilde gente. Y, desde entonces vive pegando gritos de alerta, gemidos y frases que se le quedan ancladas en su garganta… En cada despedida y retorno se nos hace llanto de espuma; abrazo de múltiples raíces de guatapanares sintiendo el peso de este amor que sembró PARAGUACHOA, su libro indispensable.

¡Anhelos implorantes ante cada ocaso de horizonte. Ante cada ola que se nos devuelve, eso, es PARAGUACHOA de Fernando Cervigón!... Si, indispensable! Sangre pura como la del pez marino. Oxigenada. Así es la entraña de este libro; el más bello que se la haya escrito a un pueblo ¡La Margarita! ¡PARAGUACHOA!, Fernando Cervigón, melódico como la paya de Atoyadar, bondadoso como la estampa de Cubagua y conmovedor como el mapa de esta isla, ¡PARAGUACHOA! ¡La Margarita!

Fernando Cervigón retorna, enfoca y nos rescata la transparencia margariteña. Nos hace subyugante blancura de oleajes, calor de mediodía y, nos teje una estela límpida de canciones de abordo, que, se deslizan a lo largo de nuestro fondo azul y permite el éxtasis ¡La Margariteñidad, que, aun nos sobrevive! Biólogo marino, ecólogo, poeta consumado y protector del pescador del Municipio Tubores. Redentor de la vicisitud e inocencia de La Tierra del Mar.

Del niño y el hombre en PARAGUACHOA. Es un refugio para el recuerdo que nos golpea sin agredir. ¿Qué más dulzura que reencontrarnos con nuestras propias lágrimas? Fernando Cervigón ha hecho el milagro y con PARAGUACHOA construiremos La Margarita de ayer. Punta de Piedras está en deuda con ese ilustre español. ¡La Margarita, entera! El alcatraz y el canto primoroso de la chulinga nos lo está diciendo con su concierto primoroso.

¿No quedaría bien un Parque de motivos marinos a lo largo de la Laguna que muere entre basura y podredumbre de Punta de Piedras? ¿Sería mucho pedir para este español bueno e ilustre, el del libro más bello y hermoso que se nos haya escrito? Leyendo su PARAGUACHOA, La Margarita de mi corazón y de todos mis amores, mi población inolvidable y de mi vida, lo celebraríamos con infinita gratitud. ¿Copiaste Martín Pérez?... PARQUE FERNANDO CERVIGÓN… ¡Que así sea!
¿Azul?




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